A partir de Burgos, el paisaje de la ruta Jacobea va a dar un giro copernicano. Las campiñas y las huertas de Navarra y La Rioja se convierten en interminables llanuras cerealistas, solo rotas por la verticalidad de los campanarios de los pueblos por los que va transitando el Camino.
Uno de ellos es Castrojeriz, antiguo castro visigodo, cuyo casco histórico atesora más arte y monumentos de los que una población en retroceso por la emigración puede mantener. A la entrada hay que detenerse en el arco de los Antonianos, un lugar mágico, y en la colegiata de Nuestra Señora del Manzano, donde se guarda una talla a la que Alfonso X dedicó varias cantigas.
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Nuestra Señora del Manzano, en Castrojeriz. |