El camino francés que hoy conocemos sigue los pasos exactos del que conocieron los viajeros del siglo XII. Entra a la Península por Roncesvalles, en el puerto navarro de Ibañeta, donde otra leyenda sitúa la carga de los vascones contra la retaguardia del ejército de Carlomagno.
Su par favorito, Roldan, se dejó en estas cumbres el último hálito de vida soplando un olifante para avisar a su señor de que los vascones —o los ejércitos moros del Rey de Pamplona, según otras versiones— les estaban aniquilando. Pero Carlomagno jugaba al ajedrez en lo que hoy conocemos por Valcarlos y no oyó la llamada de angustia de Roldán. Cuando llegó, la suerte del par de Francia y el resto de su ejército estaba echada.
De Roncesvalles, los peregrinos medievales y los modernos bajan hasta Pamplona siguiendo los bosques de hayas y robles de Mezkiritz y Erro y el curso de aguas limpias del río Arga.
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Uno de los cruceiros que jalonan el Camino. |