Pamplona, la primera gran urbe de la ruta, destila jacobeismo por sus cuatro costados. Los barrios de la Navarrería y de San Nicolás, las calles de la Estafeta o la de la Curia, y su casco viejo repleto de bares de pinchos y sabor mundano acogen al caminante como pocas otras ciudades del Camino.
Atrás quedan ya los Pirineos y sus nieves, pero el peregrino moderno tiene que subir, como lo hizo el antiguo, una nueva tachuela, el Alto del Perdón, desde donde hay que darse la vuelta para observar por última vez la Pamplona amurallada que fundo Cneo Pompeio en el año 75 a. de C. y las huertas que la rodean.
Por delante, se abre ahora la campiña navarra, una tierra de lomas onduladas y pueblos cargados de historia, como Uterga, Obanos o Puente la Reina, uno de los hitos jacobeos de la ruta en Navarra.
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Ermita de Santa María de Eunate, en tierras navarras. |