Viajes

(Marruecos)

Sensaciones a flor
de piel

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Las murallas de Taroudant rodean la ciudad antigua.

Músicos bereberes cantando en la plaza de Tauroudant.

Una vez en Taroundant tendrá la sensación de que el tiempo se ha detenido. Y es que los franceses nunca la eligieron como centro administrativo o militar, de ahí que carezca de los bulevares o edificios modernos que existen en otras ciudades. El gran atractivo de esta pequeña ciudad bereber (fundada por los almorávides en 1056) son sus espléndidas murallas, que la rodean en su totalidad, y que a la caída del sol adquieren un bellísimo color rojizo. Además de recorrerlas en coche de caballos, en bicicleta o, simplemente, a pie, merece la pena deambular por la kasbah y perderse por las estrechas callecitas de su pequeño pero bullicioso zoco, un excelente aperitivo para lo que ha de venir en Marrakech.

Y si después del paseo, se despierta el apetito, nada como disfrutar de la gastronomía marroquí en uno de los hoteles-restaurantes más bellos de la ciudad: el Palais Salam. Está ubicado dentro de la muralla y una vez traspasado el umbral se tiene la clara sensación de haber penetrado en un oasis. Sentarse a comer en sus jardines (de exuberante vegetación), acompañados por el rumor de las fuentes de agua y el canto de los pájaros, es un verdadero placer.

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