El Duero, un río de vino

Desde su nacimiento en la alta montaña de Urbión hasta su desembocadura en tierras portuguesas, este río ‘alimenta’ a un buen número de magníficos caldos. Hacemos un recorrido por algunos de los más importantes.

Si hay un río con carácter vinícola en la península Ibérica, ése es el Duero: desde las estribaciones en la alta montaña de Urbión, hasta su desembocadura en Oporto, el río funciona como un eje que estructura geografía, paisaje y cultura en tierras españolas y portuguesas. Desde luego, la vega del Duero ha hecho crecer pueblos, salpicado la ruta de castillos y servido como motor para el desarrollo de las comunidades que se han asentado en su entorno.

Pero el Duero es, sobre todo, un río de vino. O de vinos, mejor dicho, ya que alimenta muchos y muy variados viñedos: desde los que ofrecen los más prestigiosos tintos de la Ribera hasta los únicos oportos, pasando por los blancos de Rueda, los rosados y tintos de Cigales y los "emergentes" de Toro y otros tantos terruños sin denominación pero que se identifican con el carácter del río. Sin olvidar tampoco a los excelentes tintos portugueses del Douro, cada vez mejores y más valorados.

Y así como ya nadie duda en valorar la importancia vinícola de esta región, la mayoría coincide en señalar a la D.O. Ribera del Duero como la gran locomotora que tira del tren de todas las zonas vinícolas del entorno. Sin embargo, hay que decir que el protagonismo de la Ribera del Duero es relativamente reciente: hasta principios de la década de 1980, la zona no destacaba más que por la elaboración de clarete para consumo inmediato; con la excepción de Vega Sicilia, claro está, y poco más.

Pero también es cierto que en 1982 ya había un pequeño grupo de bodegas particulares y algunas cooperativas decididas a poner en marcha una D.O. que en pocos años se convirtió en la estrella de la viticultura española. Magníficas críticas en la prensa internacional, personajes de gran personalidad como protagonistas y unos vinos que rompían con el modelo del vino de crianza español, fueron los argumentos para convertir a la Ribera en lo que es actualmente.