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Con solo dos años de edad, el Pingus 2005 se perfila como uno de los mejores vinos de la temporada.
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'Pingus' es Peter Sisseck, un ingeniero agrónomo y enólogo de cuarenta y cinco años nacido en Copenhague, y afincado en la Ribera del Duero desde hace dieciséis. Su caldo estrella, el Pingus 2005, aún no se ha comercializado, pero está llamado a ser uno de los mejores del mundo.
Avalado por la categoría de sus antecesores (el primero, el Pingus 1995, obtuvo una puntuación de 98 sobre cien según la clasificación de Robert Parker, uno de los críticos vinícolas más importantes del mundo. La cosecha de 2004 alcanzó un cien sobre cien), el Pingus 2005, con solo dos años de edad, ha vendido ya las 5.970 botellas producidas, con un precio que oscila entre los 600 y los 700 euros, aunque podría llegar a sobrepasar los 1.200 con el paso de los años.
Frente a la frialdad de las cifras, la espiritualidad del proceso de creación y embotellado del vino, que se cuida al máximo y que según este enólogo es uno de sus mayores secretos. Convencido de que las fuerzas de lo natural, lo cósmico y lo espiritual influyen en el cultivo, Sisseck abraza algunos de los rituales tradicionales (y no tan tradicionales) para producir su cosecha: infusiones de ortigas para las cepas, estiércol enterrado en noches de luna llena o embotellados en fechas señaladas, fortalecen el vino y le unen a la tierra, marcando de forma determinante su sabor.
El Pingus 2005 está elaborado con uva de tempranillo de cepas de más de setenta años. La transformación de la uva en vino tiene lugar en una antigua bodega de Quintanilla, al margen del Duero, y es conservado en finas barricas de roble francés, en las que se oxigena durante 23 meses antes de ser embotellado y vendido.
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