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HAY NAVIDAD SIN VILLANCICOS Los seres mágicos que pueblan la Navidad -Papá Noel y los Reyes Magos- se cuelan entre los acordes de los villancicos, piezas musicales ligadas hoy al más frío invierno. Pero no siempre fue así. El villancico nació de los poemas cortesanos profanos del siglo XV. En un principio monódicos, pronto pasaron a ser concebidos como una polifonía de voces que juegan con timbres y tonos. Esta unión, que buscaba la belleza en temas profanos, se topó de bruces con la tendencia de la época a sacralizar la lírica. No fue hasta finales del siglo XVII, cuando se identificaron, bajo el apelativo de villancico, ciertas cantatas religiosas para solistas y coro, con acompañamiento instrumental, que se ejecutaban (del día de la Inmaculada Concepción al de los Reyes Magos) en los templos. Si en su origen, estos cánticos se interpretaban en latín, pronto se fueron popularizando para, finalmente, convertirse en lo que son hoy: una fiesta de voces alborotadas que buscan, en la música, una forma de celebrar la alegría de unas fechas que invitan a la paz. Los villancicos son hoy, tal vez, un ejemplo vivo de tradición oral, de intercambio de mensajes que corren de generación en generación sin apenas cambio. Y de fondo, un alboroto de panderetas.
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