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  LA BASÍLICA DE LA NATIVIDAD, EL PRIMER TEMPLO DE LA CRISTIANDAD

A diez kilómetros de Jerusalén, edificada sobre dos colinas que miran al desierto de Judea, se encuentra el pueblo en el que nació Jesús: Belén. Una ciudad de iglesias, capillas y santuarios cuyo centro neurálgico confluye, sin embargo, en la basílica de la Natividad, el templo de la cristiandad más antiguo y venerado de la humanidad. Un edificio construido por el emperador cristiano Constantino –bajo las órdenes de su madre, la reina Elena, santificada tras su muerte– en el año 326, siglo IV, sobre la gruta donde nació Jesucristo. Una obra con la que, por un lado, se quiso honrar a los peregrinos que ya veneraban el lugar en el año 135 de nuestra era y, por otro, se intentó borrar las huellas del emperador Adriano, que dedicó a Adonis, una divinidad pagana, la gruta y un pequeño bosque que convirtió en huerto.

A Elena se le atribuye el encuentro de la Verdadera Cruz –por esta razón, a esta Reina también se le consagró una de las grandes capillas radiales de la Basílica–, tras el descubrimiento de una cisterna romana en la que se habían escondido los instrumentos utilizados para la crucifixión de Jesús y los dos ladrones. La sorprendente curación de un moribundo que tuvo contacto con una de las tres cruces encontradas hizo entender a santa Elena y al obispo de Jerusalén, Macario, cuál era de las tres, la de Jesús.

La gruta de los Reyes Magos
La basílica no sufrió daños durante el periodo musulmán y recuperó su esplendor en la época de las Cruzadas. En el año 374, los franciscanos entraron en posesión del templo –pasó a manos de los griegos, prácticamente en su totalidad, en 1862– y de la gruta que está dividida en dos partes: el altar de la Natividad, de los griegos, y el altar del Pesebre en la gruta de los Reyes Magos, de los latinos. Y, en el 529, el emperador Justiniano volvió a construirla, adornándola ya con hermosos mosaicos, después de que ésta fuera saqueada y destruida.

Construida con cuatro filas de columnas, la Basílica tiene forma de cruz latina con el transepto rematado en ábside igual que la nave central de 54 metros. El techo es de madera tallada con tres cuerpos superpuestos; la nave central, amplia y fría, sobria como el nacimiento de Jesús y sus propietarios de culto, tres confesiones cristianas: la greco-ortodoxa, la armenia y la católica.