|
Ingrid Bergman y Roberto Rossellini |
|
El amor de cine
La bella Ingrid Bergman acudió una noche de primavera, corría el año 1948, a una pequeña sala de cine para ver, junto a su marido, Peter Lindstrom, una película recién estrenada: Roma, ciudad abierta, del director italiano Roberto Rossellini. Mientras duró la proyección, sintió muy dentro una emoción sin forma que se manifestaba con esquivas lágrimas que escapaban de sus ojos. Poco después, volvió a ver otra película de este cineasta, Paisà. Y ya el amor se hizo visible y tan grande, que la actriz de moda en Hollywood no pudo menos que escribirle: “Señor Rossellini: he visto sus dos filmes y me han gustado mucho. Si necesita una actriz sueca que hable inglés perfectamente, que no ha olvidado el alemán, a quien apenas se entiende en francés y que del italiano sólo sabe decir ti amo, estoy dispuesta a acudir para hacer una película con usted”. El resto, ya es historia. Vivieron un amor apasionado, alborotado, ajeno a las críticas. Sin embargo, lamentablemente, como los grandes dramas filmados por el genial director, hubo un momento en el que apareció la palabra fin y se cerró el telón de su gran amor.
|
|
|
|
|