Hay ciudades que por mucho que pase el tiempo siempre conservan ese aura de leyenda que la hacen un lugar especial. Este es el caso de Tánger, puerta de entrada África y una de esas ciudades envuelta en cierta atmósfera decadente que sigue atrayendo a muchos occidentales que quieren huir de la llamada civilización para ir a la busca y captura de lo exótico, de lo diferente. Y en España lo tenemos muy fácil, porque tan sólo nos separan los 14 kilómetros del estrecho de Gibraltar. La época dorada de esta ciudad del norte de Marruecos (que se asoma tanto al Atlántico como al Mediterráneo) fue los años 50, momento en que se convirtió en un centro de atracción para una heterogénea mezcla de gente procedente de todas las partes del mundo. Banqueros, actores, escritores o aventureros encontraron en esta ciudad, zona franca e internacional, un lugar perfecto para vivir. No en vano, aún permanece vivo el recuerdo de escritores como Paul Bowles (que vivió aquí durante cincuenta años), Tenesse Williams o William Burroughs; así como el ambiente bohemio de sus cafés, o el lujo decadente de hoteles tan míticos como el Continental.
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