Cuatro lugares para desconectar, porque aquí ni hay coches ¡ni carreteras!

En Holanda, Giethoorn; en Suiza, Wengen; la isla de Hydra, en Grecia, y en España también tenemos una isla, La Graciosa, paraíso de la bicicleta y las rutas a pie. Te descubrimos un puñado de destinos tranquilos y muy eco donde no estresarse por nada del mundo.

por hola.com

LA GRACIOSA (CANARIAS)
La más desconocida de las Canarias tiene 650 habitantes, 27 km2 y dos barcos que la unen con Lanzarote, de la que queda a poco más de un kilómetro. Lo que no tiene son carreteras asfaltadas, así que no hay ruido, polución ni afluencia de visitantes. En esta isla plana de casas blancas lo que se lleva es la bicicleta, observar a los pescadores con sus típicos sombreros gracioseros limpiando las capturas del día y pedalear por sus pistas de una punta a otra en busca de playas radiantes, volcanes rojos y aguas turquesas entre tabaibas y águilas sobrevolando el cielo. Una isla muy especial, como la define nuestra bloguera Helen Lindes, tras su visita este verano.

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HYDRA (GRECIA)
Queda próxima a Atenas y eso convierte a esta tranquila isla en una opción perfecta para escapar del bullicio de la capital de Grecia. Y es tranquila, sobre todo, porque aquí no hay coches, ni se permite el uso de ningún tipo de transporte motorizado. Así que la mejor forma de recorrer la isla es andando, ¡o en burro¡ Lo que en principio puede parecer un inconveniente es uno de sus principales atractivos porque es así como se puede conocer Puerto Hydra, donde atracan los barcos desde la capital griega, y donde admirar sus muestras de arquitectura veneciana y genovesa, sus monasterios y descansar tranquilamente en sus playas de aguas cristalinas, a las que, por supuesto, se llega andando o en taxi acuático.

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WENGEN (SUIZA)
No lejos de Mürren y al pie del emblemático Jungfrau está Wengen, una idílica aldea de montaña suiza cuyo encanto reside en sus casas de madera, sus chalets de montaña dispersos por el entorno, sus hoteles de estilo belle epoque, sus horas de sol superiores a la media de la zona y la ausencia de coches y carreteras a su alrededor. Para llegar hasta este paraíso suizo hay que tomar en Lauterbrunnen el tren de cremallera que funciona desde 1893 y, una vez allí, se abren un montón de posibilidades para esquiar o disfrutar del entorno. El ritmo campesino de sus apenas 1.300 habitantes cambia abruptamente en la temporada de invierno, cuando llegan los aficionados a los deportes blancos, pero, sobre todo, en enero, cuando tiene lugar la Lauberhorn, una de las pruebas clásicas de la Copa del Mundo de Esquí Alpino. Si no se llega a tiempo, uno siempre puede conformarse bajando por la pista de descenso más larga del mundo, que asegura un rato de pura descarga de adrenalina.

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GIETHOORN (HOLANDA)
En este pueblo del noreste de Holanda, en la provincia de Overijssel, las 'punter' son el medio de transporte más común, no es más que una especie de góndolas al estilo de las venecianas que se mueven por las vías navegables que recorren la localidad, de ahí que se la conozca como la Venecia de los Países Bajos. En su parte vieja no hay coches y aquí el más de un centenar de puentes que unen las islitas donde se levantan sus casas solo se pueden cruzar a pie o en bicicleta. Desde que el cineasta holandés Bert Haanstra rodó en ella su famosa comedia Fanfare, el pueblo empezó a ser conocido más allá del país, pero muchos otros artistas ya lo habían descubierto antes, la inspiración era fácil que llegará con un escenario tan bucólico.

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