48 horas en… Roma, lugares imprescindibles de ayer y hoy

Es una ciudad fresca, moderna y rematadamente hermosa, y eso que tiene 2769 años. Sigue tan lozana como en su juventud, grabada en los restos de la Antigüedad clásica, y tan regia como en su madurez, durante el Renacimiento y el Barroco.

por MIRIAM QUEROL

VIERNES

ROMA CLÁSICA (3 h)
No nos engañemos: hace falta una eternidad para conocer Roma. Pero para dejarse cautivar por su extensa belleza, basta un fin de semana. Anima a volver una y otra vez, pero Roma siempre es la misma y, cada vez, diferente. Quizá no se haya contemplado nunca un atardecer desde el Campidoglio, una buena opción si llega a la ciudad un viernes por la tarde y los monumentos ya están cerrados. A los pies del monte, el Foro romano, que a esa hora se torna anaranjado, despliega todo el esplendor de la Antigüedad. A un lado, resisten los restos arqueológicos del monte Palatino, donde según la mitología se amamantaron de una loba Rómulo y Remo. Y al fondo, el Coliseo. Es fácil quedarse extasiado, dejar pasar los minutos hasta que cae la noche. Entonces, el anfiteatro iluminado parece encender Roma. La mágica visita nocturna al Coliseo solo se programa en verano, pero el resto del año se puede, al menos, rodearlo para entender su magnitud y su presencia. Después de dos milenios, el mayor monumento de Roma continúa presidiendo la vida cotidiana, moderna, con el incansable trasiego de coches y vespas a su alrededor.

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Llegando al centro, al este del río Tíber y dejando atrás el inconfundible monumento de Vittorio Emanuele II, la vibrante vida nocturna se refugia en las trattorias, cafés y pizzerías que pueblan cada esquina. Una opción muy popular es tomar una focaccia (pan blanco con especias) o pizza acompañada de una jarra de vino en el concurrido Baffetto, una de las pizzerías de mayor fama entre los romanos, con mesas corridas de mantel de cuadros. Igual de popular es La Montecarlo. Después de cenar se impone un paseo por las callejuelas del casco histórico, un museo del Renacimiento y el Barroco al aire libre. Inevitablemente se llega a la barroca piazza Navona, a esas horas a rebosar. Las obras rivales de Borromini y Bernini quedan envueltas por la atmósfera jovial de sus cafés, restaurantes y bares. La noche, como todo en Roma, también es eterna para los trasnochadores, que casi pueden cruzarse con los incansables y madrugadores turistas que se preparan para emprender una maratoniana jornada.

SÁBADO

VATICANO-VILLA BORGHESE (9 h)
Las puertas de los Museos Vaticanos, donde se encuentra la capilla Sixtina, abren a las 9.00. Para evitar las colas, es aconsejable comprar la entrada en la taquilla online. El que quiera deleitarse con la obra de Miguel Ángel hará bien en cargar con unos prismáticos. El resto de la colección reúne cuadros, esculturas, tapices, libros y otros objetos repartidos en diferentes edificios pontificios, galerías, monumentos y jardines. Es abrumador, así que lo mejor es escoger unas cuantas obras –la escultura del Laocoonte, los frescos de las estancias de Rafael o la pinoteca Vaticana– y volver. El siguiente destino conduce a la irrenunciable basílica de San Pedro. Es difícil enumerar sus tesoros en pocas líneas: baste decir que es la iglesia más grande del mundo y que desde su perfecta cúpula se divisa una de las mejores vistas de Roma.

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Si se regresa al centro histórico antes de la una y media, el mercado de alimentación de Campo di Fiori aún está abierto. Un colorido lugar donde descansar, entre especias y verduras de mil colores, tomar un café o, como hacen los romanos, una porción de pizza bianca (sin tomate) en uno de los puestos o establecimientos de comida para llevar. Uno es el sofisticado take away Obikà Mozzarella Bar, una versión de los sushi bar japoneses pero con mozzarella de búfala. Para una comida un poco más tradicional, La Rosetta, donde sirven mariscos y pescados. Está a unos pasos del Panteón, cuyo “diseño angélico y no humano”, como lo definió Miguel Ángel, se mantiene como en la Antigüedad. La luz de mediodía que penetra por el óculo de su cúpula es, efectivamente, angelical. Y si llueve, la luz toma un halo iridisado.

Desde aquí hasta piazza di Spagna hay un corto paseo, ideal para entretenerse curioseando los escaparates de las mejores tiendas de la ciudad –Gucci, Prada, Armani...–, que se suceden por Via Condotti. En el número 84 de esta lujosa calle también se localiza el Café del Greco, el más antiguo de la ciudad, refugio de Stendhal, Goethe, Lord Byron y otros enloquecidos enamorados de Roma. Después del expreso o el capuccino de rigor, espera la piazza di Spagna, donde puede hacer lo que cualquier romano: sentarse en las escalinatas y disfrutar del indolente ambiente del sábado por la tarde.

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Si aún sobran unas horas –y fuerzas–, Villa Borghese propone un fin de jornada delicioso. En sus fabulosos jardines se levanta, entre otros muchos museos, la galería Borghese, donde destacan las obras de Bernini y Caravaggio. Al otro lado de los jardines, en el barrio de Parioli, el moderno restaurante Moltto ofrece una buena comida de esencia tradicional. Otra opción es desplazarse hasta Trastevere –hay que coger un autobús, metro o taxi– y tomar un aperitivo de spritz o campari en el ya clásico Freni e Frizioni, de ambiente cool, o cenar en Aristocampo, que presume de no servir menús turísticos. En Trastevere, una de las zonas más animadas, la noche acaba de comenzar. También en Testaccio y San Lorenzo, de ambiente universitario. Basta deambular por sus callejuelas para participar de su alegre vida social.

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DOMINGO

TRASTEVERE-FONTANA DE TREVI (6 h)
Un buen plan para la mañana del domingo, después de un desayuno en la mítica Casa del Caffé Tazza d'Oro –cerca del Panteón–, es el multitudinario y colorido mercadillo de Porta Portese, que se extiende por el barrio de Trastevere. Aquí se puede encontrar desde ropa, discos y libros a antigüedades, muebles y menaje. Está junto a la orilla del río, donde se dispersa la horda de viandantes. A solo unos minutos andando se encuentra el sorprendente Ghetto de Roma, un barrio de origen judío que mantiene un aire decadente y parsimonioso entre tiendas de toda la vida junto a restaurantes que sirven algunas de las mejores comidas de la ciudad. Uno de ellos es Giggetto al Portico d'Ottavia. Hay que pedir alcachofa alla giudia, frita en abundante aceite, una de las mayores delicias de la cocina romana.

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Después de comer, quien no haya podido ver el Foro y el Coliseo a plena luz del día, quizá tenga tiempo de echar un último vistazo. O también puede regresar al centro una vez más y buscar la Fontana de Trevi. Puede que ya haya anochecido y las luces brillen en el agua, como en el cine. Es el momento de echar una moneda y pedir volver una y cien veces. Para las siguientes visitas espera el imponente circo Massimo, las hedonistas termas de Caracalla, el enorme jardín de villa Pamphili, el magnífico jardín botánico de villa Corsini, las inquietantes catacumbas, el fundamental Museo Palatino, el teatro Marcelo, las siete colinas, un sinfín de iglesias, la playa de Ostia, el castillo de San Angelo y un infinito y maravilloso etcétera.

GUÍA PRÁCTICA

CÓMO MOVERSE
Hay dos aeropuertos: Fuimicino, a 26 km. de Roma, y Ciampino, a 15. Desde Fuimicino se puede coger un tren que tarda media hora. Desde Ciampino, hay un autobús un poco más lento. En Roma se anda una barbaridad. Aún así, es necesario coger el transporte público debido a su extensión. Hay autobuses, tranvías y una red de metro pequeña. Una posibilidad es comprar el Roma Pass, que permite usar el transporte público durante tres días. También hay un autobús turístico que recorre los principales monumentos. Otra posibilidad es alquilar una moto. La empresa Bici & Baci (bicibaci.com) organiza, además un tour vintage.

DÓNDE DORMIR
Casa Manni
(casamanni.com) propone una experiencia única en su lujoso apartamento para dos personas situado entre el Panteón y la Fontana de Trevi. Ofrece tours en limusina, guías turísticos especializados y coordenadas para cenar y comprar en los mejores restaurantes y tiendas. Un clásico del lujo con vistas increíbles es el Hassler (hotelhasslerroma.com). Muy cerca, y también con vistas desde piazza di Spagna, se esconde Il Palazzetto (ilpalazzettoroma.com), un poco más íntimo. El histórico Edén (dorchestercollection.com) recuerda los tiempos en que era frecuentado por Ingrid Bergman. El Hotel de Russie (roccofortehotels.com), a los pies de Villa Borghese, fue uno de los preferidos de Picasso.

DÓNDE COMER
Para picar algo o tomar una pizza, La Montecarlo (lamontecarlo.it), Baffetto (pizzeriabaffetto.it) u Obikà Mozzarella Bar (obika.com), por unos 20 €. Comida tradicional en La Rosetta (larosetta.com), Aristocampo (Via Della Lungaretta 75, Trastevere) o Giggetto al Portico d'Ottavia (giggetto.it), a partir de unos 30.

OCIO NOCTURNO
Las zonas más animadas son Testaccio, Trastevere y San Lorenzo, la zona universitaria, que congregan a jóvenes desde la hora del aperitivo –19.00– hasta el amanecer.

COMPRAS
La lujosa via Condotti alberga las mejores tiendas de la ciudad, que también se descubren alrededor de piazza di Spagna. Via Margutta, via Giulia, via dei Banchi Vecchi y via dei Coronari son las calles para curiosear tiendas de antigüedades. También se venden antigüedades en los mercadillos de Porta Portese, todos los domingos, en Ponte Milvio, el segundo y cuarto domingo de cada mes, en el de piazza Verdi, el cuarto domingo de cada mes, y Borguetto Flaminio, todos los domingos en piazza della Marina. Para comprar libros y grabados antiguos, el de Largo Fontanella Borghese, de lunes a sábados por la mañana. Además del mercado de alimentación de Campo di Fiori, el de las flores, en via Trionfale, llena de color las calles los jueves por la mañana.