En globo por los dominios de Lawrence de Arabia

Apenas a una hora y media de esa alucinación esculpida en la roca que son las ruinas de Petra, el desierto de Wadi Rum derrocha nuevos paisajes medio irreales entre sus desfiladeros y arenas del color del óxido, sobre los que elevarse en globo en uno de esos amaneceres imposibles de olvidar.

por hola.com

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En plena campaña de aquella controvertida iniciativa privada con la que se eligieron las 7 Nuevas Maravillas del Mundo, en enero de hace tres años pudo verse cómo se elevaba sobre las ruinas de Petra un globo aerostático para apoyar la candidatura de esta ciudad que los nabateos esculpieron en la roca hace dos milenios y que, finalmente, logró figurar entre las ganadoras. Verlo cobrar altura frente a la fachada grecorromana del emblemático edificio de El Tesoro fue un evento del todo excepcional, pero a apenas una hora y media de Petra, el desierto de Wadi Rum sí permite al común de los mortales alzarse en globo sobre sus irreales paisajes prácticamente a diario.

Al amanecer, si las condiciones climáticas no ponen reparos, un máximo de cinco afortunados podrá admirar a vista de pájaro durante más o menos una hora este sereno universo de montañas de hasta 900 metros a la vertical, y de arenas y rocas de formas fantasmagóricas que no terminan de decidirse entre el rojizo, el cobre y el rosa.

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Envueltas en la calima, unas afiladas montañas dentadas por la erosión parecen flotar a la deriva en la ruta que conduce hacia la aldea de Rum, desde la que partir a explorar el que fuera el rincón preferido de Lawrence de Arabia. Este arqueólogo y militar británico apasionado por el mundo árabe, catapultado más si cabe a la fama tras la mítica película que David Lean rodara en gran medida por el Wadi Rum, calificó este hermosísimo desierto como “enorme, resonante, divino”. Una definición con la que difícilmente podrán dejar de estar de acuerdo quienes vivan en primera persona el absoluto privilegio de adentrarse por sus pétreos jebeles en los todo terreno e incluso los camellos que se abren paso por sus paisajes lunares, y de pasmarse ante sus cielos estrellados en las noches de sus campamentos. O incluso durmiendo al ras junto a un fuego beduino antes de enfilar por la “carretera del desierto” hacia Petra. Ambos destinos se confabulan para crear un certero cóctel con el que enamorarse perdidamente de Jordania.

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La majestuosidad de la ciudad secreta de los nabateos, esculpida en sus laderas de arenisca hace la friolera de 2.000 años, fue olvidada del mundo hasta que la ‘descubriera’ a principios del XIX el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt.
Nada más acceder a Petra través del desfiladero del Siq, cuyas altísimas paredes encajonan la única entrada al recinto, aparece la fachada del edificio de El Tesoro. Pero esta célebre estampa es sólo la primera de las muchas recompensas que aguardan en este onírico entramado de arquitectura clásica tallada por lo más recóndito de sus cerros

La infinidad de senderos por los que abordar sus mil y un recovecos se encarga de dispersar a los visitantes, que incluso en temporada alta, cuando llegan a ser legión, parecen imbuidos de ese aura de respeto que impone su poderosa mística. Una mística que se diría insuperable, pero que se multiplica más si cabe durante Petra by Night, el espectáculo que varias veces por semana permite entrar tras la caída del sol y paladearla a la luz de las velas.

Los nabateos, tan crecidos por su riqueza que osaron desafiar a la mismísima Roma, acabaron integrándose en el Imperio. Sin embargo, el cambio de las rutas caravaneras que trasegaban entre Asia y el Mediterráneo hizo que la ciudad fuera abandonada por sus descendientes hacia el siglo VIII. Aunque lo cierto es que las ruinas de Petra no están del todo deshabitadas. Instaladas en algunas de las cuevas que asoman desde los cerros, unas cuantas familias beduinas viven prácticamente en el recinto de vender baratijas a los turistas y de ofrecerles sus burros para salvar el extenuante ascenso hasta su último edificio de El Monasterio al grito de: “¿taxi madam?”.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar
Royal Jordanian opera cinco vuelos diarios directos entre Madrid y Amman, y también dos desde Barcelona, con precios a partir de unos 318 € más tasas.

Moverse por entre Petra y el Wadi Rum
Si no se viaja en un coche de alquiler ni en un grupo organizado, el traslado entre ambos destinos puede hacerse en autobús e incluso en un taxi compartido, que tiene un precio bastante asequible. Las visitas a las ruinas de Petra se hacen a pie desde el pueblo de Wadi Musa –donde están los hoteles y demás servicios–, y las excursiones por el Wadi Rum pueden contratarse en el campamento en el que se pernocte. Si se quiere reservar directamente el vuelo en globo por el Wadi Rum, se puede contactar con el Royal Aerosports Club de Jordania, que propone la excursión en globo por 135 €, y también en ultraligero, entre 40 y 125 €, según la duración.

Viajes organizados
En cualquier agencia de viajes pueden consultarse propuestas a Jordania como las varias que incluye la mayorista Transrutas a partir de 925 €, o los combinados con Siria e incluso Líbano del touroperador Iberojet. También contactando con agencias especializadas en rutas de aventura como Ambar-Kananga pueden elegirse varios itinerarios, como el que recorre lo esencial de Jordania a lo largo de ocho días, con los vuelos, transporte, hoteles, visitas y guía en español, a partir de 1. 290 €. La especialista en viajes a la carta también propone un viaje a Jordania, que incluye Amman y Petra, a partir de 2.500 € por persona.

Dónde dormir
Desde el lujoso Mövenpick Resort Petra, un moderno complejo de 183 habitaciones muy próximo a la entrada de las ruinas, hasta el Captain Desert Camp del Wadi Rum, en cuyas carpas beduinas vivir todo el romanticismo del desierto.

Dónde comer
Dentro del recinto monumental de Petra se puede tomar algo en un restaurante que tiene poco de especial o, simplemente, organizarse un picnic a disfrutar entre las ruinas. El camino es tan largo y hay tanto para ver que no compensa regresar al pueblo para comer. En compensación, habrá que premiarse con una buena cena. Fuera de los mejores hoteles de Wadi Musa –el pueblo crecido alrededor de las ruinas–, el restaurante Al Qantarah sirve una cocina tradicional jordana realmente exquisita, mientras que Petra Kitchen propone la original idea de ponerse un delantal y ayudar a preparar algunas de las especialidades que luego se disfrutarán en la mesa. En Wadi Rum, lo más habitual es cenar en los campamentos en los que se pernocta y, durante el día, una opción a mano es el restaurante del Centro del Visitantes, a la entrada de la zona protegida frente a la montaña nombrada en honor al libro de Lawrence de Arabia Los siete pilares de la sabiduría.

No te pierdas
La solemnidad del espectáculo Petra by night que, varias veces por semana, permite acceder al recinto arqueológico una vez caído el sol para escuchar la historia de la ciudad nabatea ante su emblemática fachada de El Tesoro, iluminada para la ocasión a la luz de las velas.

Más información
Turismo de Jordania