Primera visita oficial al extranjero de los Soberanos y los Herederos daneses juntos
Mientras los príncipes Federico y Mary acompañan a la Reina y a su esposo en su visita a Vietnam, sus hijos, Christian e Isabella, se quedan en Copenhague al cuidado de su abuelo materno, John Donaldson
Igual de importante que todas, pero especial como ninguna otra es la visita oficial de cinco días a Vietnam que inician hoy la reina Margarita, el príncipe Henrik y los príncipes herederos Federico y Mary. Excepcional por dos razones: porque se trata del primer viaje de Estado que los cuatro miembros reales emprenden juntos y porque se trata de un destino muy querido para el Príncipe consorte.
La comitiva real danesa fue recibida hoy en el palacio presidencial de Hanoi por el Presidente vietnamita, Nguyen Minh Triet, que le dio la bienvenida al país con todos los honores. La Reina inspeccionó la guardia de honor vietnamita, como manda la tradición. El cortejo se dirigió, una vez finalizado el recibimiento oficial, al monumento a los héroes y mártires vietnamitas, donde se recuerda entre otros a los miles de soldados que murieron durante la Guerra de Vietnam. Allí se produjo la anécdota del día: el fuerte viento estuvo a punto de jugarle una mala pasada a la princesa Mary y llevarse su sombrero, pero la Heredera que ya tiene maestría en este tipo de aprietos se mostró ágil para cogerlo al vuelo con una mano. Por la tarde, las damas visitarán una fábrica a las afueras de Hanoi, donde medio centenar de modistas cosen banderas para una empresa danesa, mientras los caballeros visitarán varias empresas danesas asentadas en este país. El cortejo real se reunirá por la noche de nuevo para asistir a una cena de gala en el Palacio Presidencial.
El príncipe Henrik volvió a la ciudad y al país donde pasó los cinco primeros años de su infancia (entonces Vietnam formaba parte de la Indochina francesa). Y aunque la había visitado varias veces desde entonces, esta vez fue algo especial, ya que regresó con su familia. Y con ella recorrió ayer la antigua casa familiar en Phan Dinh Phung. "Estoy muy feliz por mostrar tanto Hanoi como la casa de mi infancia. Es bonito poder enseñársela a la familia de uno", afirmó. Tras los altos muros que protegen la casa amarilla, el príncipe Henrik hizo de guía, primero en los exteriores y luego en los interiores, donde todas las habitaciones han sido reformadas y hoy en día acogen a la Comisión para Minorías Étnica. Aún así su familia pudo hacerse una idea de cómo era la casa en la década de 1930, cuando los padres del Príncipe consorte -el conde André de Laborde de Monpezat y la condesa Renée de Monpezat- se trasladaron por los intereses empresariales de su familia en Hanoi, entonces capital de Indochina. Durante la II Guerra Mundial, regresó a Francia, pero el príncipe Henrik volvió en 1950 y dos años después completó sus estudios de bachillerato en el Instituto Francés de la localidad. A la princesa Mary le pareció muy interesante descubrir dónde había jugado de niño su suegro, admitió en público.
A la salida de la casa los esperaban cuatro bicitaxis, en los que dieron un paseo por la ciudad. Pararon junto a la catedral de la ciudad, donde el príncipe Henrik colocó una placa conmemorativa en honor de su abuelo, Henrik de Laborde de Monpezat, quien cuando murió en 1929 no tenía ninguna sepultura, por lo que quiere que se le recuerde en la iglesia a la que entregó dinero. El príncipe Federico, que ayudó a fijar la placa con cemento, reconoció que era una gran experiencia poder ser testigo del pasado de su padre.
Mientras los príncipes Federico y Mary acompañan a la reina Margarita y el príncipe Henrik en Vietnam, sus dos hijos, los príncipes Christian e Isabella, se han quedado en Copenhague al cuidado de su abuelo materno, John Donaldson, que ayer los llevó al Parque de los Ciervos de Klampenborg, a las afueras de Copenhague, para presenciar la popular cacería de Huberto, en la que participaron decenas de jinetes con sus caballos. El abuelo Donaldson y sus nietos parecieron pasarlo muy bien presenciando el espectáculo. Una vez finalizada la cacería, el abuelo los llevó en el coche hasta su casa en el palacio de Fredensborg. La espera a los papás promete hacerse corta.
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