¿Cómo educar a los niños para que sean resilientes?
La resiliencia es un valor en alza y cuanto antes se empiece a fomentar más fácil será incluir esta capacidad en nuestra forma de ser
El término resiliencia lleva poco tiempo sonando como una facultad del ser humano y, en este contexto, podría traducirse como la capacidad de una persona para superar y adaptarse a circunstancias difíciles. Sin ser necesaria una experiencia de las consideradas límite o traumáticas para desarrollar una actitud resiliente, hay hábitos y rutinas que se pueden inculcar en los más pequeños a fin de educarlos para que crezcan como personas capaces de recuperarse tras cualquier bache.
Conforme nos vamos convirtiendo en adultos tendemos a recordar la infancia como una etapa libre de problemas, pero lo cierto es que los niños carecen de protecciones emocionales con las que defenderse de situaciones adversas, difíciles o dolorosas. La resiliencia es algo que se puede aprender y que, cuanto antes se incluya en el carácter de un niño, antes le ayudará a enfrentarse a cualquier inconveniente que tenga que asimilar.
La Academia Americana de Pediatría considera que, en los últimos años, los niños están cada vez más expuestos a altos niveles de estrés que podrían sobrellevarse de una manera más liviana para ellos si tuvieran una mayor capacidad de resiliencia. De cara a fomentar dicha condición, la propia institución ha creado una práctica guía llamada ‘Las 7 C’s de la resiliencia’ dirigida para quienes quieran educar a sus hijos en ella, y que incluye los siete puntos en los que consideran que debe apoyarse la educación de los más pequeños para que, el día de mañana, crezcan como personas resilientes.
Competencia
O lo que es lo mismo, la conciencia de que uno mismo puede manejar una situación. Para fomentar la competencia de los pequeños hay que ayudarles a identificar cuáles son sus puntos fuertes y a relacionar los errores y fallos con hechos específicos. Capacitar a los niños para tomar decisiones reforzará su autoestima y su competencia y, por otro lado, hay que evitar que el deseo de protección del adulto hacia el menor pueda transmitir el mensaje erróneo de que pensamos que no son capaces de hacer o resolver algo por sí mismos. No comparar con amigos o familiares es algo básico para desarrollar la competencia de los ‘peques’, cuyas virtudes individuales se deben reconocer siempre por separado.
Confianza
Para que un niño crea en sus habilidades debe ser consciente de su competencia. La confianza de los pequeños se fomenta destacando lo mejor de cada uno, haciendo así que ellos también sean conscientes de sí mismos. Reconocer y valorar sus éxitos con sinceridad, evitando falsas alabanzas, es tan importante como no tratar de que el niño asuma cosas que difícilmente podrá manejar solo a fin de que aprenda bajo presión.
Conexión
Los vínculos con su entorno familiar y escolar son como una red de protección sobre la que los niños crean un sentimiento de seguridad en sí mismo, a la vez que genera fuertes lazos y valores que evitan el desarrollo de sentimientos de individualidad y egoísmo. Que los pequeños se sientan conectados con la sociedad a la que pertenecen es fundamental a la hora de forjar su carácter.
Carácter
Para fortalecer el carácter de un niño hay que ayudarle a que se reconozca como una persona sensible y afectiva sin que eso conlleve debilidad. Evitar prejuicios como el racismo o cualquier etiqueta o estereotipo que incite al odio, demostrar la importancia de pertenecer a una comunidad y hacerle ver que su manera de ser y comportarse repercute en los demás son otros puntos clave a la hora de guiar el carácter de los más pequeños.
Contribución
Que los niños sean conscientes de la importancia de su contribución al entorno que les rodea es importante ya que puede inspirar en ellos propósitos y motivaciones personales. Conociendo el carácter y las capacidades de los pequeños, es beneficioso para ellos crear oportunidades en las que cada uno pueda contribuir según sus rasgos específicos.
Confrontación
Enseñar a los niños la manera más sana de enfrentarse a una confrontación es tarea de los adultos y no solo con lecciones sino también con su ejemplo. Apoyar a los pequeños cuando tienen que enfrentarse a un momento desagradable o complicado sin intentar resolverlo desde nuestra posición de adultos es muy importante a la hora de fomentar la capacidad de resiliencia del niño.
Control
Cuando los niños son conscientes de que sus actos tienen consecuencias, empiezan a interesarse en controlarlos. Actuar siendo responsable, tanto de la acción como de lo que se derive de esta permite al niño asumir dichas consecuencias con mayor facilidad.
Así, fomentando la competencia propia, la confianza en sí mismos, la conexión con el entorno, el carácter positivo y sin prejuicios, la conciencia de su papel, la sana confrontación y el control de las consecuencias de sus actos, la educación de los niños puede convertirse en la base sobre la que se apoye en un momento difícil.