La pirámide nutricional no es para todos
Una guía que todos hemos estudiado de pequeños, que ha sido modificada muchas veces, pero que aún cuenta con muchas lagunas que hay que tener en cuenta
Desde hace ya varias décadas todos hemos oído hablar de las pirámides, y no solo de las maravillas que se encuentran en Egipto, sino de las que venimos llamando nutricionales. Fórmulas creadas por los organismos oficiales de los distintos países para lanzar a la población recomendaciones que buscan conseguir una alimentación saludable. Y estas han cambiado bastante con el tiempo.
En realidad, lo que conocemos como pirámide nutricional fue un invento sueco originado por la inflación de precios de los años 70, con la que se propuso un sistema basado en el consumo de productos esenciales, nutritivos y baratos –como el pan, las patatas, los cereales y la margarina, entre otros-. Un primer escalón basado más en la capacidad adquisitva de los consumidores que en estudios científicos. Más tarde, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos retomó esta idea y un par de décadas después, en 1992, publicó la versión de la pirámide que todos conocemos y hemos estudiado, con una primera base de cereales, panes, pastas y arroz que, para muchos expertos, es una derivación de la que teníamos en España en aquel momento.
Los tiempos cambian, las pirámides también
La sociedad ha evolucionado mucho en los últimos años y en muchos aspectos que, junto a los avances tecnológicos e investigaciones científicas, han dado como resultado una actualización de las guías alimentarias que teníamos, correspondientes al 2001 y, con ello, de nuestra clásica pirámide nutricional.
Las nuevas guías de alimentación y la revisada pirámide nutricional de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), aprobada en noviembre de 2018, añaden como ejes para mantener un estilo de vida saludable una serie de factores relacionados con la alimentación como: la actividad física, el balance enérgetico, técnicas culinarias saludables y el equilibrio emocional que, por primera vez, forman parte de la base de nuestra pirámide.
Aunque esto no deja de ser positivo, también es verdad que la actual pirámide de alimentacion saludable que aparece en la guía dietética de las organizaciones nacionales contiene algunos aspectos que pueden dar lugar a confusión o interpretaciones erróneas, por lo que no deja de ser objeto de muchas críticas por parte de algunos profesionales de la nutrición, por considerarla desfasada en cuanto a los siguientes puntos:
- Los cereales siguen constituyendo la base de la pirámide, considerándose por tanto la base de la alimentación, cuando son las verduras las que deberían ser protagonistas de este primer escalón.
- Aparecen todos los productos como imprescindibles y, en realidad, podemos mantener una dieta saludable sin ser obligatoria la inclusión de algunos alimentos como, por ejemplo, el apartado dedicado a los lácteos.
- Equipara el consumo de la proteína vegetal con el de la animal, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja reducir la segunda en favor de la primera.
- Los productos ultraprocesados (bollería, patatas fritas, chucherías, etc.), siguen apareciendo en el último escalón de la pirámide y, sin embargo, no es saludable su consumo, por lo que deberían mantenerse fuera de esta, ya que podríamos pensar que un consumo reducido sí es parte de una dieta saludable.
Una pirámide nutricional personalizada
En realidad, si queremos hablar de una pirámide nutricional correcta, deberíamos hablar de una pirámide personalizada. Pues todo dependerá de factores individuales como la actividad física realizada por cada persona, su profesión, edad, condición física e, incluso, factores medioambientales. Para el día a día, mejor que esta, podemos acudir al método del plato, por el que dividimos nuestra comida por apartados de nutrintes con un porcentaje genérico de cada grupo, permitiéndonos adaptar los menús de forma práctica. Entre ellos, está el Método del Plato de Harvard: 50% para verduras y frutas (siempre con un mayor porcentaje de las primeras), 25% para granos integrales y otro 25% para proteínas de calidad. Aunque, si existe alguna disfunción o patología, estos grupos deberán ser adaptados por un profesional de la nutrición.