Carlos y su cocina 'extrema' dicen adiós a 'Top Chef' en un programa cargado de emociones
El valenciano hizo gala de su mal perder cuando los miembros del jurado le anunciaron que debía recoger sus cuchillos y abandonar el 'talent show'
‘Los concursantes no saben que en el programa de hoy van a vivir un torbellino de emociones’, anunciaba Chicote al comienzo de la décima entrega de 'Top Chef', que anoche estrenaba nuevo día de emisión. Lo que tal vez no sabíamos los espectadores es que ese ‘torbellino’ llegaría tan pronto. Y es que, sin ni siquiera haber comenzado el desarrollo de la primera prueba, las lágrimas ya habían ‘inundado’ el plató.
Como preludio a ese primer reto de la noche, la organización del programa mostró a los concursantes un vídeo en el que sus respectivas madres preparaban el plato favorito de cada uno de ellos. Las lentejas de la ‘yaya’ de David; la sopa de cocido de Víctor; el arroz con lechazo de Peña; el pan con tomate de Marc; el pisto ‘de la abuela’ de Carlos…
Con las emociones aún a flor de piel (incluso los propios miembros del jurado no pudieron contener las lágrimas), llegaba el momento de ‘entrar en materia’ ¿El reto? ‘Cocinar’ esos recuerdos, adaptando al momento actual las recetas de las que tanto disfrutaban cuando sólo eran unos niños.
Cada plato entrañaba su propia dificultad. Por ejemplo, hacer un buen caldo de cocido en tan sólo 60 minutos (tiempo asignado para la prueba) trajo de cabeza a Víctor. Por su parte, la sencillez de ingredientes del ‘pan con tomate’ de Marc hizo que el catalán tuviera que ingeniárselas a golpe de técnicas de vanguardia culinaria para dar una vuelta de tuerca a este delicioso ‘clásico’. Tan bien lo hizo, que finalmente fue el plato que más gustó al jurado. Su ‘Pan con tomate versión 2014’ (donde el pan, el aceite y el tomate se presentaban en distintas texturas) conquistó a Chicote. ‘Cuando lo combinas todo en boca resulta un plato divertido’, aseguraba.
El brazalete de la inmunidad ya tenía dueño, aunque esta vez, el jurado decidió no comunicárselo a Marc para que durante la segunda prueba, la grupal, no se relajara sabiéndose ‘intocable’.
Como viene ocurriendo en todas las entregas de 'Top Chef', ese segundo reto de la noche tuvo lugar fuera de los platós. En este caso, el escenario fue la Aldea Santillana (Madrid), una finca de más de 600 hectáreas restaurada y habilitada para la organización de eventos. Deberían cocinar en parejas, pero… las cuentas no salían. ‘Somos impares’, decían los concursantes, conscientes de que allí, una vez más, había ‘gato encerrado’.
Efectivamente, cocinarían en parejas, las formadas por cada uno de ellos junto a un pinche muy especial: sus propias madres, que volvían hacer ‘aparición en escena’ para felicidad y disfrute de los concursantes. De todos, salvo uno: Carlos, cuyas diferencias ‘materno-filiales’ parecían venir de lejos. ‘Es una relación difícil, los dos tenemos caracteres muy fuertes. Si yo soy cabezota, ella lo es más. Además, no sabe cocinar. De hecho, sabe de cocina lo que un cura de astrofísica cuántica’, apuntaba el valenciano, visiblemente preocupado por la situación.
El reto esta vez no parecía en exceso complicado: preparar unos canelones al gusto. Pero en ‘Top Chef’ nunca nada es sencillo. Primera dificultad: los concursantes no dispondrían de pasta (ingrediente principal de esta receta italiana), de modo que debería buscar otros productos que hicieran las veces de ‘envoltura’ para el relleno. Segunda dificultad: de los 60 minutos disponibles para hacer siete raciones de canelones, los 15 primeros cocinarían las madres solas.
El desencuentro de Carlos con su madre era más que previsible. Mientras el resto de concursantes se mostraron muy satisfechos al entrar en las cocinas y comprobar el trabajo desarrollado hasta el momento por sus mamás, Carlos empezó con mal pie. ‘De pronto, entro y veo a mi madre destrozando una merluza y asesinando unas verduras. Me dieron ganas de llorar’, aseguraba el valenciano, de los nervios ante la incesante obsesión de su madre a la hora de ‘echar más hinojo’ a la receta. ‘¿Quién cocina, tú o yo?, ¿Fíate de mí!’, le reprochaba su hijo.
Mal empezaron las cosas y, como cabía esperar, mal terminaron para el más guerrero y polémico de los concursantes. Y es que, tras el juicio de los platos presentados (en esta ocasión fueron algunos familiares de los concursantes quienes, en una cata a ciegas, se encargaron de valorar los platos), Carlos fue uno de los peor considerados. Tampoco tuvieron buenas valoraciones los canelones de David y Peña. De modo que los tres se vieron obligados a ‘batirse’ en la última prueba, la de la última oportunidad.
De vuelta en el plató, Chicote les anunció su cometido. ‘Tendréis que cocinar un plato característico de vuestra región y reinterpretarlo a vuestra manera’. El cocinero Pedro Mario (del restaurante zamorano ‘El Ermitaño’, y experto en la reinterpretación de la cocina castellano-leonesa) fue esta vez el chef invitado. Tras ofrecerles una clase maestra sobre su particular versión de la tradicional sopa castellana, los tres candidatos a abandonar el concurso se pusieron manos a la obra.
Carlos, bloqueadísimo, optó por ofrecer su visión de la clásica paella; Peña se decantó por un plato con el cochinillo de su tierra como ingrediente principal, mientras que David apostó por un plato de conejo a la catalana con caracoles.
Ninguno pareció tener su noche. Tras la degustación de las tres recetas, Chicote se mostró rotundo: ‘Vosotros estáis a un nivel muy superior de los platos que habéis hecho’. A pesar de todo, Peña pareció ser quien mejor defendió de los tres los sabores propios de su Comunidad, de modo que fue el primero en ‘salvarse’.
La cosa quedaba entre David y Carlos. Sus platos no gustaron pero había uno peor que el otro, y ése fue, según el jurado la ‘Deconstrucción de paella valenciana’ presentada por Carlos. ‘Aquí hay la misma cantidad de azafrán que la que uso yo para una paella para 20’, aseguraba Susi Díaz. ‘Si me dicen que esto es una interpretación de pollo al azafrán me lo creo’, añadía Chicote.
Pero Carlos no parecía estar de acuerdo, y no supo encajar bien la derrota. ‘No creo que mereciese irme. No me gustan las paellas, no me gusta la cocina tradicional de las paellas’, aseguraba, irritado. Enfado que parecía crecer por momentos cuando se reunió con el resto de sus compañeros. ‘No me apetecen ni compasiones, ni hablar, ya sabéis como soy. No quiero que os levantéis ni que me deis la mano’, les espetó.
Marc, notablemente feliz ante la expulsión de su ‘archienemigo’ en el programa, no dudó en replicarle: ‘para saber ganar se ha de saber perder’. Tal era la tensión que, para evitar que las cosas se pusieran más feas, Carlos decidió marcharse antes de tiempo. ‘Me hubiera gustado aguantar un programa más’, aseguraba, entre lágrimas, después de toda la presión vivida. Y quizá sus deseos se conviertan en realidad, dado que, la próxima semana los concursantes expulsados regresan a las cocinas de 'Top Chef'. Uno de ellos volverá a la competición. Sin duda, las emociones fuertes están de nuevo aseguradas.