Es un acto reflejo. Cada mañana, casi sin darte cuenta, cuando te despiertas te estiras. Es un paso necesario para que tu cuerpo se ponga en marcha. Y es que pocos gestos realiza el ser humano de forma tan natural como desperezarse al despertar, una reacción básica e instintiva al anquilosamiento que los músculos sufren durante las horas de sueño. Pues éste es, precisamente, el principio de las clases de stretching, una disciplina cada vez más demandada en los gimnasios, debido a la necesidad de corregir los hábitos posturales del día a día.
Paso a paso
Siguiendo las instrucciones de un monitor, se flexiona y estira el cuerpo entero, de pies a cabeza, para contrarrestar el acortamiento que los músculos sufren durante el día a día, especialmente cuando se pasan muchas horas en la misma postura. Poco a poco, se gana flexibilidad y elasticidad, se mejora la calidad del movimiento y se corrige la postura. De ahí a lucir también una figura más longuilínea y estilizada no hay más que un paso. Y aún hay más ventajas, pues por si fuera poco, estimula el drenaje linfático, y, con ello, la eliminación de toxinas.
¿Para todos?
Una de las grandes ventajas del stretching es que es un ejercicio suave, que puede ser practicado por cualquiera, ya que cada uno sólo se estira en la medida de sus posibilidades, sin forzarse nunca en exceso ni llegar al dolor, aunque a veces tira un poquito. Al finalizar, se disfruta de una sensación de bienestar similar al masaje, generada por el alivio de la tensión muscular. Lo que no quiere decir que a veces no cueste algo de esfuerzo… Idealmente, las sesiones de estiramiento deben hacerse de una a dos veces por semana, combinadas con otras de ejercicio aeróbico y de tonificación muscular. ¿Te apuntas?