No muy lejos queda el santuario de Nuestra Señora de Peneda, que recuerda al monumental Bom Jesús de Braga y está considerado de los más importantes de la región. Llegar hasta él por la carretera es tarea fácil, pero, si se hace a pie por la gran escalinata de 300 peldaños que lo precede, la dificultad parece bien distinta.
LINDOSO Y SOAJO
Entre la sierra de Soajo y Amarela, las aguas del Lima se abren paso mientras la carretera vigila su curso serpenteando entre los meandros del río. Al pie de la presa aparece Lindoso, cuyas casas de granito aparecen integradas en el paisaje rocoso y se rodean de viñedos y cultivos de maíz detrás del promontorio donde se levantan un insólito conjunto de «espigueiros» (hórreos) 梙asta 60 se pueden contar y un castillo con puente levadizo y torre del homenaje que ofrece buenas vistas del valle y de las montañas portuguesas y gallegas que lo rodean. Más adelante, los hórreos de Soajo también merecen una visita. Hay que llegar al extremo más oriental del parque para conocer Pitões das Júnias. En las calles empedradas de esta aldea de montaña, por donde todavía circula el ganado, no faltan casas de piedra tradicional con sus tejados de colmo, aunque son las ruinas del monasterio cisterciense de Santa María das Júnias, del siglo XI, el verdadero centro de atención. El antiguo edificio monástico fue edificado en la orilla derecha del río Campesino, que, unos cientos de metros más abajo, se despeña en un impresionante salto de agua.
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