Cae la tarde y en el mirador de San Nicolás, en pleno corazón del Albaicín, el aire se llena de un suave aroma a jazmín mientras los últimos rayos de sol arrancan destellos dorados a la Alhambra, que se perfila nítida y majestuosa sobre Sierra Nevada. Es entonces cuando las palabras del poeta Federico Gacía Lorca cobran todo su sentido: "Granada es apta para el sueño y el ensueño, por todas partes limita con lo inefable... Granada será siempre más plástica que filosófica, más lírica que dramática". Pero no son las únicas; millones de palabras e imágenes poéticas han envuelto a través del tiempo a la ciudad de Granada y a su monumento más insigne: la Alhambra.
Nada hace suponer que tras las sobrias y poderosas murallas de la Alhambra se oculte una de las manifestaciones más fascinantes del arte musulmán en España. Este complejo arquitectónico ha sufrido un sinfín de transformaciones a lo largo de los siglos, de manera que lo que hoy podemos admirar no es más que una pequeña muestra del esplendor y refinamiento de la dinastía nazarí, que rigió los destinos de Granada desde 1238 hasta 1492, cuando los Reyes Católicos tomaron la ciudad y acabaron con el último reino musulmán de la Península Ibérica.
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