Una trilogía con el valle del Baztán de fondo, por Dolores Redondo

Descubrimos los secretos de Elizondo y otros rincones de este verde valle navarro, escenario de la novela negra de esta escritora vasca que se ha convertido en todo un best-seller.

por hola.com

Dolores Redondo tenía una historia que contar y quería crear en torno a ella una trilogía policíaca. Solo faltaba un escenario para ambientarla y encontró en Elizondo, la capital del valle del Baztán, el lugar perfecto. Así nacieron primero El guardián invisible, luego El legado de los huesos y, por último, Ofrenda a la tormenta. Tras convertirse en éxito de ventas mundial, la trilogía será llevada al cine e invita a seguir los pasos a Amaia Salazar, la protagonista, por este valle del norte de Navarra, cuyo paisaje se dibuja con cientos de pequeños caseríos aislados, helechales, sotos, pilas de heno y bosques fragosos, sin que falten tampoco los pequeños rebaños de ovejas latxas pastando en medio de tanto verde.

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ELIZONDO
A Elizondo hay que llegar, como Amaia en El guardián invisible, buscando la plaza de los Fueros, presidida por el Ayuntamiento, “un noble edificio de finales de siglo XVII que a Juan de Arozamena, un famoso cantero de Elizondo, le llevó dos años construir. En la fachada, el eterno escudo ajedrezado, con una inscripción que dice: «Valle y Universidad del Baztán», y, frente al edificio, en la parte inferior izquierda de la fachada, una piedra llamada botil harri que servía para el juego de la pelota, en su modalidad de guante conocido como laxoa”. Después seguir en buscar de la casa familiar de la protagonista y hasta, los que quieran, quedarse a dormir en ella, porque es el alojamiento rural Txarrenea (txarrenea.com). Tras pasar por la taberna Txokoto, junto al puente, para ver el lugar habitual de reunión de algunos personajes; y luego por la comisaría de policía, hay que acabar visitando la iglesia y el cementerio de la localidad, donde tienen lugar los funerales y entierros de las víctimas que mueren en extrañas circunstancias en la trilogía.

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Pero Elizondo todavía da para más y el paseo debe llevar también a admirar las casas señoriales y palacios de su zona antigua, que dan idea de su pujanza en siglos pasados y se articulan en torno a dos calles paralelas -la de Santiago y la de Jaime Urrutia- y el río Baztán, en cuyas aguas se ven reflejadas sus fachadas. El más emblemático es el palacio barroco de Arizkunenea, aunque el palacio de Datue o la casa del virrey también merecen la atención.

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Más allá de los escenarios de la trilogía en Elizondo, el valle del Baztán tiene otros imprescindibles que no habría que perderse:

MIRADOR DE ZIGA
Cualquier incursión en Baztán debería comenzar, como aperitivo, por este mirador que permite admirar la mejor vista del valle, un paisaje verde salpicado por bosques, prados y numerosas bordas y caseríos dispersas por las laderas y los montes.

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SEÑORÍO DE BÉRTIZ
Un espacio boscoso de casi 2000 hectáreas y un jardín botánico con el encanto de los espacios ajardinados de principios del siglo XX donde se reúnen más de 120 especies de árboles y arbustos traídas de distintas partes del mundo. Son las dos áreas principales que presenta este valioso parque natural. Además de recorrer sus senderos, hay que pasar por el centro de interpretación, ver la maqueta del parque en la Cochera y las exposiciones del palacio de Aizkolegi, con buenas vistas sobre Bértiz y sus alrededores.

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CUEVAS DE URDAX
Escondidas bajo los prados de la Navarra cantábrica, a pocos kilómetros de la costa, estas cuevas permiten descubrir todo un universo de estalactitas y estalagmitas en formación desde hace varios cientos de miles de años gracias a la erosión del río Urtxume. En el recuerdo, los personajes de leyenda, guerrilleros y contrabandistas que las ocuparon en otras épocas.

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CUEVAS DE ZUGARRAMURDI
Más allá de sus calles, del caserío blanco y de los verdes que colorean su entorno, lo que todo el mundo llega buscando en Zugarramurdi, es la cueva donde el arroyo Orabidea ha excavado un túnel natural de 120 metros de largo con alturas de hasta 12 metros y dos galerías elevadas. En su interior no hay ni estalactitas ni estalagmitas, ni pinturas rupestres. Su atractivo es ese halo mágico que la envuelve por haber sido hasta el siglo XVII escenario de aquelarres, festines desenfrenados, danzas en torno a hogueras y orgías a la luz de la luna. La visita a este enclave natural hay que completarla con el Museo de las Brujas, alojado en el antiguo hospital de la localidad, que aborda a través de exposiciones y audiovisuales todas las cuestiones relacionadas con el mundo de la brujería a la vez que retrata a la sociedad navarra del siglo XVII con sus mitos y sus leyendas.

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CASCADA DE XORROXIN
La primavera es la mejor época para acercarse hasta esta cascada en la regata de Iñarbegi, uno de los manantiales del Bidasoa. El sendero circular de algo más de 5 kilómetros arranca en el pueblo de Erratzu y lleva a descubrir este sonoro salto de agua que se rodea de musgos, líquenes y helechos.

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MOLINO DE ZUBIETA
Es uno de esos lugares en los que el tiempo se ha detenido, cuyo molinero, aún hoy, sigue utilizando sus manos y los aperos de antaño para triturar el trigo y el maíz. Un buen lugar para conocer los secretos de la molienda y las tradiciones del valle. Otro molino imprescindible es el del Urdax, cuya visita incluye además el claustro del monasterio románico de San Salvador.

DONAMARÍA
A esta localidad hay que acercarse para contemplar el palacio de Jaureguía, una torre fuerte de hechuras montañesas del siglo XV, su edificio más característico, y su rincón con más sabor, que se localiza en torno a la iglesia de la Asunción.

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Más información
La ruta por Elizondo se puede hacer por libre o apuntarse a las visitas guiadas que organiza El guardián invisible (elguardianinvisible.com) y que descubren los escenarios que Dolores Redondo ha plasmado en su novela. Se trata de dos recorridos, que han sido asesorados por la propia escritora, de dos y tres horas de duración. Los precios: 10 y 12 euros, respectivamente.