Último super capricho viajero del año: refugiarte en una isla casi privada de las Maldivas
Si se trata de pedir deseos de última hora, tenemos uno muy especial para decir adiós a 2014 y dar la bienvenida al nuevo año. Es un viaje para soñar. El destino: Maldivas. Con más de mil islas desperdigadas por el Índico, unos fondos adorados por los submarinistas y unos hotelitos, a pie de playa o flotando sobre las aguas, aquí es fácil olvidarse del mundo.
Son exactamente 1.190, en su mayoría desiertas. A unos 600 kilómetros de las costas de Sri Lanka, diseminadas a lo largo y ancho de 26 atolones a ambos lados del Ecuador, las islitas que componen las Maldivas se posan como anillos de coral sobre las cálidas aguas del Índico. Las más espectaculares exhiben unas hechuras en las que, como puede apreciarse por la ventanilla del avión poco antes de aterrizar, se multiplican los círculos casi concéntricos donde el cogollo central lo ocupa el verdor de las palmeras, abrazado inmediatamente por la orla de arena blanca de la playa, y esta a su vez por la laguna de transparencias turquesas que una barrera de arrecifes separa del azul intenso del océano.
De este escenario de postal, poco más de doscientas de sus islas están habitadas, y cerca de un centenar se consagra exclusivamente al turismo. Es decir, que no se encontrará en ellas ni más –ni menos tampoco– que un único hotel. Ni aldeas, ni negocio alguno que no pertenezca al resort. De ahí que acertar con la elección del hotel sea aquí más importante que en la mayoría de los destinos. Máxime teniendo en cuenta que, salvo para alguna excursión organizada por el propio establecimiento, será no solo carísimo sino prácticamente imposible desplazarse a voluntad por el resto del archipiélago. Con el fin de no contagiar a su tradicional sociedad de las excentricidades de los occidentales que allá por los setenta descubrieron las Maldivas, las autoridades marcaron una clara línea divisoria entre unos y otros salvo en Malé, su mínima capital, que sí se puede visitar sin restricciones. Recalar sin embargo por una aldea de pescadores cercana solo podrá hacerse con la venia del jefe del pueblo, y casi siempre en una excursión organizada.
Algunas de sus islas-hotel son de ambiente familiar, con más bullicio y actividades para todas las edades, y también las hay orientadas al público joven, por las que encontrar desde discoteca hasta windsurf, esquí acuático y partidos de volley sobre la arena. Pero están, sobre todo, las consagradas a sus principales incondicionales: los submarinistas y las parejas, muchas en luna de miel que incluso se casan allí mismo.
Que el resort cuente con un buen centro de buceo y una extensa carta de expediciones al mar será crucial para los primeros, mientras que quienes busquen unos días de intimidad harán bien en reservar un hotel con pocas habitaciones. Cuantas menos más se tendrá la sensación de estar prisionero en el paraíso compartiendo con muy pocos huéspedes más una isla a la que, en ocasiones, podrá dársele toda la vuelta en un paseo de apenas cuarto de hora.
Son estas las favoritas de quienes identifican el lujo con el silencio, los paisajes vírgenes y la privacidad que proporcionan estos pequeños milagros en los que recogerse a saborear un buen libro y mejor compañía. En las más selectas no será raro disfrutar de privilegios como una cena en la playa a la luz de las velas, en la intimidad de un bungalow flotante o en un islote desierto de las cercanías.
O de un masaje para dos en un spa de regusto oriental y hasta de un taller de cocina local con el chef del generalmente único restaurante que atesoran estas islitas diminutas.Eso sí, el denominador común en todas será siempre el sol, el mar y los fondos que atraen a buceadores de medio mundo para en una mañana de snorkel jugar con los peces de colores que moran entre sus corales o emprender expediciones de más nivel en busca de manta-rayas, grandes tortugas marinas y hasta varios tipos de tiburón, incluido el descomunal pero inofensivo tiburón-ballena.
Elegido una vez el tipo de isla-hotel que apetezca, para empezar a sacarle todo el jugo a las Maldivas bastará seguir a pies juntillas la ley no escrita que reza su lema “no shoes, no news” o, lo que es lo mismo, “ni zapatos ni noticias”. Porque este escondite tropical a diez horas de avión de la oficina es uno de esos rincones del planeta en los que, nada más llegar, hay que descalzarse para sentir la arena finísima que alfombra incluso las dependencias de los hoteles, y no volverse a calzar hasta que llegue el momento de despertar del sueño y regresar al mundo real.
NO DEJES DE… Recorrer el archipiélago instalándote en un barco con el que recalar sin prisa por sus atolones. La especialista en alquiler de yates Aproache (aproache.com) propone veleros, catamaranes y embarcaciones a motor de varios tamaños y categorías con o sin tripulación. Precios (sin el vuelo), a partir de 890 € por persona y semana en un camarote doble, con pensión completa así como con un patrón y un cocinero/asistente que se ocupan de todos los quehaceres de a bordo.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Turkish Airlines ofrece vuelos a Malé vía Estambul a partir de unos 595 €, tasas incluidas, desde Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia, Bilbao y Santiago. También hay conexiones con escala a buen precio con British Airways, Qatar Airways y Emirates. Aunque lo habitual es contratar un paquete, se puede reservar uno mismo el vuelo y el hotel, con buenas ofertas a través de booking.com. Kuoni (en cualquier agencia) propone desde unos 2.000 € los vuelos, traslados y seis noches en un cuatro estrellas. A partir de un importe algo superior, la especialista en aventura Ámbar Viajes (pasaporte3.com) ha ideado un programa para combinar relax y buceo que incluye los vuelos, siete noches con todo incluido en una villa e inmersiones en el arrecife. Si la prioridad es el submarinismo, pueden consultarse los viajes de agencias como Estiber (estiber.com), en los que se duerme en un barco que se desplaza a distintas zonas de inmersión. Pasifika (pasifika.es) ofrece combinados de Maldivas con Japón, Sri Lanka, China o Dubái.
CUÁNDO IR
Se puede ir todo el año aunque de noviembre a abril hay menos lluvia.
CÓMO MOVERSE
El traslado del aeropuerto al hotel suele incluirse en el paquete. A menos que se aloje en un barco, moverse por libre entre las islas es difícil. Habrá que ceñirse casi siempre a las excursiones organizadas por el hotel.
DÓNDE DORMIR
Existen unas pocas casas de huéspedes bastante asequibles (a consultar en visitmaldives.com) y hoteles poco prohibitivos como Kuredu (kuredu.com) o Reethi Beach (reethibeach.com). También, puñados de otros tan selectos como Baros (baros.com), Cocoa Island (comohotels.com), W Retreat & Spa (wretreatmaldives.com), Vabbinfaru (banyantree.com), Laamu (sixsenses.com), o los varios de las cadenas Four Seasons (fourseasons.com), Taj (tajhotels.com) o Anantara (anantara.com).
DÓNDE COMER
Rara vez se comerá fuera del restaurante del hotel –las islas más grandes suelen tener varios–. Maldivas es un destino caro, por lo que puede convenir contratar pensión completa para calcular mejor el presupuesto. Podrán probarse especialidades basadas en pescados y currys.