Isla de la Juventud, regreso al paraíso de la infancia de Rubén Cortada
Esta isla a media hora en vuelo de La Habana es el lugar que vio crecer libre y vital al guapo actor. Para el visitante, un prodigio de naturaleza, cultura y playas kilométricas. Nos vamos a este antiguo refugio de piratas y amantes del submarinismo.
El deseo que despierta el protagonista de El Príncipe y la fama que le acompaña son la otra cara de su carácter, el de un joven aún hoy aplicado y afable, de origen humilde, que avanza con prudencia y respeto en el mundo de la interpretación. Sus bellos rasgos agitanados, la profunda mirada de ojos verdes y una imponente presencia física le facilitaron dar el salto de la pequeña isla de su infancia a Londres, París o Milán. Hoy reparte su tiempo entre nuestro país y Cuba, a donde regresa de vez en cuando para curarse de su fama y volver al paraíso perdido de su infancia, allí donde fue un niño despreocupado que, con el mismo espíritu lúdico, jugaba al tenis, estudiaba interpretación o buscaba la playa. Las mismas que inspiraron las aventuras piratas de Robert Louis Stevenson en La isla del tesoro y sirvieron a J.M. Barrie para inventar ese lugar donde poder ser niño para siempre: Nunca Jamás.
Al llegar a Isla de la Juventud, enclave de naturaleza viva y aire corsario a media hora de vuelo desde La Habana, es fácil comprender la nostalgia a infancia que desprende sus perfectas playas vírgenes. El actor recuerda aún el paisaje de ensueño del Hotel Colony, un lugar de obligada visita para los amantes del buceo y buen punto de partida para recorrer el vecino Parque Natural Punta Francés, que da refugio en sus playas de arena blanca a innumerables especies naturales.
Desde allí podemos iniciar un recorrido que nos llevará por lugares clave de la historia cubana, como el presidio Modelo, en que penaron los revolucionarios cubanos tras el asalto al cuartel de la Moncada o la finca El Abra, que sirvió de confinamiento al líder de la independencia José Martí, ambos convertidos hoy en museos, y cercanos a la capital, Nueva Gerona. También cerca de allí está la Jungla de Jones, un jardín botánico que hace honor a su nombre, fundado por una pareja de estadounidenses, naturalista ella y biólogo él, a principios del siglo pasado.
Para terminar este pequeño recorrido, en el extremo suroriental de la isla encontramos la cuevas de Punta del Este, denominadas “la Capilla Sixtina del arte rupestre caribeño”. Y si no hemos tenido suficiente playa, merece la pena visitar la isla adyacente de Cayo Largo del Sur, enteramente dedicada a hacer las delicias del turismo playero.