En busca de un arqueólogo llamado Antonio Banderas en Altamira
Seguimos los pasos al actor malagueño por Cantabria, que, por exigencias del guión, se ha metido en la piel del descubridor de las pinturas de Altamira. El recorrido lleva a visitar el más importante conjunto de arte paleolítico de España, deambular por uno de los pueblos más bonitos de España y llegar hasta la villa de Comillas. Y si hay suerte, hasta puede que entre visita y visita uno pueda encontrarse con el protagonista y productor de la película.
Hace 14.000 años, el cazador paleolítico recorría el agradable valle que da cobijo a Santillana en busca de subsistencia. En el siglo XXI han sido el director británico Hugh Hudson, autor de Carros de fuego, y su equipo, los que se han movido por este entorno para rodar Altamira, la película en la que Antonio Banderas da vida a Marcelino Sanz de Sautuola, el arqueólogo y científico que, a finales del siglo XIX, junto a su hija María de ocho años, descubrió la que está considerada la Capilla Sixtina del arte rupestre. El actor declaraba sentirse feliz con el proyecto porque estaba deseando rodar de nuevo en España y también porque es una historia que conoce poca gente, y que quiere recuperar la figura, hoy casi olvidada, de este explorador cuyo descubrimiento le enfrentó con la comunidad científica de la época.
A solo dos kilómetros de Santillana del Mar se encuentra la cueva de Altamira, la misma descubierta por el arqueólogo santanderino y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, a la que corresponde el privilegio de ser el primer lugar en el mundo en el que se identificó la existencia del Arte Rupestre del Paleolítico Superior. Actualmente la cueva original no está abierta a su visita, tan solo se realizan visitas experimentales, una selección aleatoria entre las personas presentes en el museo cada uno de los días en que se celebren.
A lo que sí se puede acceder es al soberbio complejo museístico situado junto a la entrada de la cueva principal y que se articula en torno a una Neocueva, que presenta una réplica exacta de la sala del Gran Techo Polícromo de Altamira y recrea el hábitat de los cavernícolas de hace 15.000 años, cuando se pintaron los primeros bisontes. Antes de entrar en la neocueva conviene visitar la exposición que muestra más de 400 objetos originales y de otras cuevas de la zona, como El Pendo o El Castillo, y, como un plus, participar en sus talleres de prehistoria.
Después de Altamira hay que pasear por uno de los pueblos más turísticos de España, Santillana del Mar. Una villa que más parece un museo de piedra, ya que en ella todo es monumental, desde los señoriales edificios que se levantan, sobre todo, en la plaza mayor, la bautizada de Ramón Pelayo, como la casona de los Barreda –hoy parador Gil Blas-, el Ayuntamiento, las casas del Águila y de la Parra y las torres de Don Borja; hasta la Colegiata de Santa Juliana, el monumento románico religioso más importante de Cantabria. Y donde hacer acopio durante el paseo de unos buenos sobaos del Valle del Pas y una quesada de la tierra.
A 17 kilómetros de Santillana y escenario también del rodaje de la película, espera Comillas, la que fuera residencia estival de la aristocracia del siglo XIX. Una villa que conserva elegantes casonas barrocas y grandes construcciones modernistas de arquitectos catalanes para admirar como el Capricho de Gaudí, el Palacio de Sobrellano y la Universidad Pontificia. Y más allá, Santander y Castro Urdiales, donde Banderas y otros grandes del cine han llegado para dar vida a una historia que propone un viaje al año 1868.