Ocho apellidos y tres destinos vascos
Viajamos a la costa guipuzcoana en busca de los escenarios reales de la película que este año ha revolucionado las taquillas españolas. Zumaia, Getaria y Zarautz son nuestros destinos.
Rafa (Dani Rovira) es un joven señorito andaluz que no ha tenido que salir jamás de su Sevilla natal para conseguir lo único que le importa en la vida: el fino, la gomina, el Betis y las mujeres. Todo cambia cuando conoce a Amaia (Clara Lago), una chica vasca de la que se enamora y que, decidido a conquistarla, le lleva a trasladarse hasta Euskadi, junto a la que vivirá historias y enredos varios.
Ese es el argumento de la exitosa película de Emilio Martínez Lázaro que se ha convertido en el fenómeno cinematográfico español del año y que ha puesto en el foco de atención los lugares en los que se rodó. Nosotros nos quedamos con tres, Zumaia, Getaria y Zarautz, tres localidades de la costa vasca que, aún sin el tirón de la película, merecen una escapada, mucho más tras servir de escenario al filme.
ZARAUTZ
En Zarautz, lugar de veraneo de la aristocracia y hasta de Isabel II desde mediados del siglo XIX, hay que llegar buscando su amplia playa, de arena fina, con su inconfundible imagen de sus toldos de colorines, sus olas que sirven de reclamo a los aficionados al surf y rodeada por un animado paseo marítimo repleto de terrazas. Pero ahora también las vistas desde la carretera que la unen con Getaria y que se descubren en ‘Ocho apellidos vascos’. Una vez en la villa, su casco antiguo, con la kale Nagusia como arteria principal, invita a descubrir edificios de renombre como el palacio de Narros, la torre Luzea, la iglesia de Nuestra Señora la Real o el convento de Santa Clara.
GETARIA
Hasta hace poco, la imagen más reconocida de Getaria era el Ratón, la península de silueta ratonil en cuya cola o istmo se apiña la población. Después fue el espectacular museo dedicado al modisto e hijo favorito Balenciaga, el Guggenheim de la moda, anexo al Palacio Aldamar; y ahora lo que atrae es el puerto, escenario de rodaje de la exitosa cinta, un puerto activo y pintoresco en el que el padre de la protagonista tiene amarrado su barco y donde hay que llegar para tomar un rodaballo asado y acompañarlo con txakolí, el joven y afrutado vino local. Más allá, la villa marinera merece un detenido paseo para contemplar las casas medievales de la calle de San Roque y el rincón que componen la iglesia gótica de San Salvador, la vieja torre de los Zarautz y Olaso y el pasadizo de Cataprona; también los monumentos a otro de los hijos de la villa, el ilustre marino Juan Sebastián Elcano; las playas de Malkorbe y Gaztetape, ideal para surferos; y el paseo costero al pie de los acantilados.
ZUMAIA
Desde la ermita de San Telmo, asomada a la playa de Itzurun, uno no puede por menos que sentirse a las puertas de un litoral único. Y así es, porque en los imponentes acantilados que envuelven este arenal rico en yodo -y continúan hasta Deva- se esconde un singular tesoro natural: millones de años de historia geológica escritos en sucesivos estratos rocosos que la acción continua del mar ha dejado al descubierto y que se conocen con el nombre de flysch. Es el marco elegido para la boda de Dani Rovira y Clara Lago en la ficción y un lugar imprescindible en el verde entorno de Zumaia. Pero si se siguen buscando localizaciones también hay que pasear por las estrechas y empinadas calles del casco antiguo, donde aprovechar para visitar la iglesia gótica de San Pedro y el Museo de Zuloaga, y llegar al restaurante Bedua, en la carretera entre esta localidad y Oikia, en el que se rodó la escena del recuento de apellidos vascos del protagonista.