De paseo por Portofino, como Xabi Alonso y Nagore Aramburu
Hacemos una escapada a este bello enclave italiano que se ha convertido en uno de los escondites más chic de todo el Mediterráneo.
Su mejor imagen, la que ofrecen las sencillas fachadas de colores frente al puerto pesquero, que componen casi un lienzo medieval si no fuera por los megayates de sus incondicionales más acaudalados, que atracan también en él.
Hace ya décadas que Portofino es un secreto a voces entre artistas, políticos y aristócratas y, a pesar de la voluntad de mantenerlo como escondite, no hubo forma humana de acallar la fama del que se hoy es uno de los rincones más chic del Mediterráneo. Una coquetísima villita marinera en la que el buen gusto le gana la partida a la ostentación y que, de haber tenido unas geografías menos ariscas, seguramente habría perdido parte de su encanto. Pero no ha sido así.
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Encajonado en un pequeño entrante entre un arbolado promontorio y el mar, Portofino no ha tenido por dónde crecer y gracias a ello sus callejuelas conservan todo su encanto de antaño aunque aliñadas, eso sí, por las mejores boutiques, restaurantes y muy pocos hoteles pero de nivel, mientras en lo alto villas de fábula trepan entre la espesura del parque natural que le guarda las espaldas.
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El viejo puerto de pescadores hace casi las funciones de plaza mayor, mientras que los grandes yates se decantan por la bocana que presiden el castillo y la barroca y protectora iglesia de San Giorgio. Estas dos, junto con las idas y venidas por su célebre piazzetta, figuran entre sus visitas imprescindibles, aunque Portofino en realidad oficia más como una base perfecta a la que regresar cada tarde después de haber explorado una zona sembrada también de pequeños tesoros: las embrujadoras playitas que se van hilvanando en la ruta hacia las también muy elegantes Santa Margherita o Rapallo; las inaccesibles calas a las que solo se podrá llegar alquilando un barco; el pueblito medieval de Camogli, o la infinidad de rutas senderistas que se abren a los caminantes por el Parque Natural del Monte de Portofino. Recorridos entre los que destaca el que se arrima hasta la bahía de San Fruttuoso, con su abadía medieval y su palazzo, al que, de no ser a pie, se podrá acceder solo por mar.
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NUESTROS TIPS
Cómo llegar
Vía Génova, que está a poco menos de una hora de Portofino. Desde allí se puede viajar en tren hasta Santa Margherita Ligure y continuar en taxi, bus o barco hasta el pueblo.
Para moverse por Portofino
El coche puede ser un inconveniente, tanto por los atascos estivales como por la escasez de aparcamientos en Portofino. A menos que el hotel elegido tenga parking lo mejor será prescindir del vehículo. Desde Portofino hay buen transporte público a las zonas más interesantes de los alrededores y, por otra parte, otro de sus mayores alicientes son las rutas senderistas por su Parque Natural, así como el placer de alquilar un barquito para fondear en sus calas más bellas e inaccesibles.
Dónde dormir
En el Splendido, el gran clásico de Portofino. Con una posición privilegiada sobre la bahía y por el que han pasado todas las celebridades a las que ha hipnotizado el pueblo. También con muchísimo estilo, el Eight Portofino, un hotel boutique de cuatro estrellas en una antigua casa a apenas un paseo de la Piazzetta.
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Dónde comer
Portofino ofrece una buena cocina a base de pescado, son muchos los restaurantes donde degustar las especialidades del mar como la Taverna del Marinaio, Trattoria dei Pescadori, Il Delfino, La Cuina di Nonna Nina o La Gritta; pero también la típica receta de la zona: la lasaña de Portofino, un apreciado plato con salsa pesto. Antes de la cena toda la gente va a la Piazzetta para tomar un aperitivo con focaccia genovese y giancu de Purtufin, una mezcla de uvas de producción local.
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