Marrakech, la elección de Pep Guardiola para una perfecta luna de miel
A solo dos horas de avión, la llamada Ciudad Roja, con sus zocos, sus murallas almorávides, sus regateos y palmeras, su explosión de vida, anima a una exótica escapada con descanso incluido en el exclusivo hotel Amanjena.
Llevaban juntos 20 años, pero de forma repentina y discreta Pep Guardiola, el entrenador español del Bayern de Múnich, y su compañera de toda la vida Cristina Serra decidieron darse el sí quiero hace poco más de un mes. Y lo hicieron con una fiesta por todo lo alto, que les llevó, tras la boda civil en el ayuntamiento de la localidad barcelonesa de Matadepera, a la ciudad marroquí de Marrakech, donde celebraron, junto a sus tres hijos, su luna de miel en un lujoso y exclusivo cinco estrellas de nombre Amanjena. Aquí se reunieron durante tres días con muchos de sus amigos, entre los que se encontraban el cineasta David Trueba, el cantautor Lluis Llac y el futbolista Guillermo Amor, y donde no faltaron jaimas, música y comida marroquí.
Rodeado de palmeras y olivos, su nombre, ‘paraíso tranquilo’, ya da pistas de lo que uno se va a encontrar en este resort situado a las afueras de la antigua ciudad marroquí de Marrakech, en la carretera sur de Ouarzazate, la puerta de entrada al desierto del Sáhara.
Al Medina al-Hamra, que así es como se conoce a la 'Ciudad Roja', ha sido la inspiración para su diseño y eso se refleja en sus pabellones de lujo, y en sus maisons, de ambientación marroquí, que emulan los antiguos edificios de adobe árabes y los poblados bereberes colgados de la falda del Monte Atlas. Abiertos a un gran estanque de agua, el elemento unificador de Amanjena, el hotel tiene mucho de oasis, por el agua, el color verde de la vegetación, pero también por las fuentes de mármol, los tejidos de color esmeralda, los brillantes azulejos tallados a mano (zellij) y el paisaje de campos y viñas que lo enmarcan.
Cada pabellón es un pequeño refugio de estilo palaciego, con paredes de suave color melocotón, alfombras bereberes, hamman, piscinas y jardines privados, fuentes, suelos de terracota, chimenea y minzah.
Más allá, el Amanjena, además de fiestas con música, dulces marroquíes, masajes y el espectáculo de la danza del vientre, también ofrece a sus huéspedes vuelos en helicóptero, recorridos en todoterreno por el desierto, excursiones en camello, visitas a la medina, a su famosa plaza de Djemaa El Fnaa, al laberinto de sus zocos, a los palacios y jardines, a las tiendas de artesanía de la antigua Marrakech... Todo para completar la más exótica de cuantas escapadas pueda emprenderse a solo un par de horas de avión.