Una Costa Daurada de leyenda
Caballeros de reluciente armadura salvando damiselas de las garras de dragones, vampiros inclementes en la oscuridad de la noche, puentes construidos por el mismísimo Diablo… Hay muchas formas de aproximarse a los atractivos paisajísticos y culturales de Costa Daurada, pero pocas tan fascinantes como hacerlo a través de sus leyendas y mitos.
El pueblecito de Pratdip, con la silueta de su castillo medieval encaramado sobre un risco recortado en las montañas, es el territorio de los dips, perros vampíricos que protagonizan una de las leyendas más fascinantes de la Costa Daurada. Cuenta la tradición que estos canes negros causaban el terror cuando por las noches bebían la sangre del ganado o de los hombres borrachos que caminaban solos, unas historias que el escritor Joan Perucho inmortalizó en su novela Las historias naturales. No es extraño que un monumento a la entrada de Pratdip recuerde a unos seres que, según la tradición, desaparecieron en el siglo XVIII… o no. Una forma divertida de aproximarse a la leyenda, sobre todo para los más pequeños, es localizar las oscuras figuras de los dips agazapadas en los rincones más insospechados de Pratdip.
VER GALERÍA
UN ACUEDUCTO (DIABÓLICAMENTE) HERMOSO
Las arcadas del acueducto de Les Ferreres (siglo I d.C.), el célebre Pont del Diable (puente del Diablo), son uno de los iconos de la ciudad imperial de Tarraco, la actual Tarragona. Lo cierto es que tras 2.000 años en pie, el puente -tiene 217 metros de largo y 26 metros de altura- que sirvió para llevar el agua desde el río Francolí hasta la ciudad tiene algo de mítico. Asegura la leyenda que su maestro de obras afirmó que solo el Diablo podría crear un puente que perviviera por mil años. Satán se le apareció al instante y le garantizó que construiría un puente aquella misma noche a cambio del alma del primero que bebiera del agua transportada por el acueducto… el primero fue un burro, cuyo alma fue el peaje para disfrutar hoy de una joya arquitectónica milenaria.
EL SALTO DE LA REINA ABDELAZIA
Siurana es el pueblecito más fotogénico de la comarca del Priorat y también el que atesora una de las leyendas más deliciosas de Costa Daurada. Y es que el último reducto de la dominación sarracena en Cataluña –los restos de su castillo árabe, residencia del walí o gobernador de Siurana, proclaman esa huella- guarda un escenario tan épico como hermoso: el mirador conocido como El Salto de la Reina Mora. Según la leyenda, desde este acantilado saltó con su caballo blanco la hija del walí, la hermosa reina mora Abdelazia, quien prefirió acabar así con su vida antes de verse sometida al ejército cristiano que sitiaba la fortaleza en 1153. En una roca aún se puede observar la marca de lo que parece la herradura del caballo a causa de su impresionante salto al vacío. Desde esta vertiginosa atalaya, las cimas de las montañas de Prades y del pantano de Siurana enmarcan el recuerdo de la bella Abdelazia.
VER GALERÍA
TRAS LA HUELLA DE ‘CARRASCLET’
La Sierra de Llaberia no solo es uno de los espacios de Costa Daurada con un mayor valor paisajístico y natural, idóneo para el turismo activo. Aquí también pervive el mito. Porque en este lugar, con la Mola de Colldejou (921 m) elevándose sobre el Camp de Tarragona, sigue latiendo la leyenda del famoso bandolero Pere Joan Barceló, alias Carrasclet. Este guerrillero, que conocía estos agrestes contornos como la palma de su mano, los convirtió en su pequeño reino en su lucha contra el rey Felipe V, durante y después de la Guerra de Sucesión. Hoy, reseguir las huellas de Carrasclet en la sierra sigue siendo una invitación a la aventura.
VER GALERÍA
Y SANT JORDI CONQUISTÓ MONTBLANC
Puro magnetismo medieval. Eso es lo que destila Montblanc, capital de la comarca de la Conca de Barberà, cuyas murallas, baluartes y núcleo antiguo son una invitación a zambullirse en una historia de caballeros y damas. No es extraño que Montblanc esté vinculado a la leyenda de Sant Jordi (San Jorge), representada cada abril por sus habitantes durante la Setmana Medieval (setmanamedieval.org). Fue el folclorista Joan Amades quien situó aquí el enfrentamiento del patrón de Cataluña con el dragón que asediaba la ciudad. El sorteo diario de un joven de Montblanc para ser devorados por la bestia tuvo en la designación de la hija del rey el clímax a la historia: Sant Jordi, lanza en ristre, salvó a la damisela de las garras del dragón. De la sangre del animal brotó un hermoso rosal, el delicado tributo que el valiente caballero ofreció a la doncella.
VER GALERÍA
UNA ESCALERA DIVINA EN EL MONTSANT
El silencio y una naturaleza abrumadora siguen reinando en Escaladei, la primera cartuja de la Península Ibérica. Es el mismo escenario que cautivó al pequeño grupo de monjes llegados aquí a finales del siglo XII. Emplazada en el corazón del Parque Natural de la Sierra de Montsant, la cartuja fue fundada por orden del rey Alfonso I el Casto, quien antes de la llegada de los monjes mandó a dos de sus caballeros la búsqueda del mejor paraje para tal empresa. Durante mucho tiempo vagaron sin éxito hasta que, desalentados por el fracaso, llegaron a un valle donde un pastor que cuidaba sus ovejas bajo un pino gigantesco. Los dos caballeros no tuvieron dudas de que aquél era el lugar escogido, sobre todo cuando alzaron sus cabezas: desde la copa del pino, una escalera partía hacia el cielo, mientras los ángeles subían y bajaban. Hoy, la cartuja construida allí se llama Escaladei, “la escalera de Dios”.