Por la sabana de Botswana a lomos de un elefante
El delta del Okavango es un santuario en el corazón de la selva, un paraíso de la diversidad donde es posible contemplar desde las grupas de estos animales el África más salvaje.
Altura, balanceo, silencio. Así se camina a lomos de un elefante siguiendo el rastro de un leopardo que marca su territorio. La caravana, compuesta por siete elefantes, sale antes del alba. Nada más despertarse, hay que acercarse a los animales, subir a la plataforma cinchada y sujetarse fuerte mientras se levantan. Lejos de toda referencia, en pleno corazón de la naturaleza, uno se sumerge en lo desconocido. Desde lo alto de las sillas se domina la sabana africana. El paso de las bestias es potente y silencioso. El cuero de sus inmensas orejas ha sido curtido por la memoria milenaria y la inteligencia.
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Randall Moore, pionero de los safaris a lomos de un elefante, se convirtió en una leyenda del Okavongo, una de las últimas zonas vírgenes del planeta tierra donde viven elefantes, hipopótamos, jirafas, antílopes, cocodrilos... En treinta años repatrió aquí a decenas de elefantes que vagaban por circos y zoos. Cuando todo el mundo creía que era imposible, fue el primero en adiestrarlos. Durante años deambuló de parque nacional en parque nacional y se empeñó en encontrar un rincón de paraíso para soltar a sus protegidos.
Acababa de comprar a Abu, un animal dotado de una inteligencia excepcional, cuando un realizador sudafricano le pidió participar en un rodaje. Así, Abu se convirtió en compañero de Clint Eastwood en Cazador blanco, corazón negro, y Moore bautizó su lodge con el nombre de su animal favorito: Abu Camp.
Hoy, Abu ya no está presente, pero sí el joven Abu, Cathy, Sherini, Kitimetse, Lorato, Paseka y Warona, quienes ejercen como verdaderos embajadores de este campamento que ofrece una oportunidad sin precedentes para sumergirse en el ambiente africano, explorar el entorno natural de la manada y cambiar no solo cualquier percepción previa que se tuviera de los elefantes, también la visión de la vida misma.
Durante la estancia en Abu Camp, los huéspedes interactúan físicamente con los animales a través de actividades variadas, como contemplar cómo se bañan en el barro, caminar con ellos, observar su formación y su atención veterinarias hasta llegar a conocer a cada miembro de esta familia, desde bebés hasta adolescentes precoces y juguetones o madres cariñosas, todos dirigidos por el sabio y experimentado Cathy.
También proponen salidas en vehículos abiertos para aquellos que quieran fotografiar depredadores y manadas de elefantes y búfalos y empezar o acabar el día con un té matutino o una copa al atardecer mientras se disfruta del esplendor del Delta; navegar por los canales tranquilos del Delta en un mokoro, la piragua tradicional botswana hecha con un tronco vaciado a mano; sobrevolar en una avioneta o en un helicóptero el Abu Camp…
Al acabar la jornada espera una cena sencilla pero refinada. La sensación de estar solos es un lujo insólito porque el campamento nunca recibe más de diez huéspedes a la vez. Las tiendas están amuebladas como en las tiendas de los exploradores, aunque la Star Bed es más especial, una cama bajo las estrellas con todos los lujos. Y mientras la sabana duerme, llegan de visita los elefantes, viejos como el mundo.
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