Te descubrimos los rincones secretos de Balenciaga en Getaria

Desde su espectacular museo al puerto de esta localidad vasca costera. Hacemos un recorrido siguiendo los pasos del modisto en su villa natal.

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Marinera y cantábrica, Getaria es una villa de rasgos medievales que se asoma al mar mediante la audacia rocosa de su famoso ratón. Inmersa en uno de los paisajes con más personalidad de la costa vasca, su nombre está vinculado al txakoli, ese vino joven, ligero y afrutado que parece ideado para combinar con los pescados, su otro gran reclamo gastronómico. Tiene uno más, y más nuevo, el museo dedicado a Cristóbal Balenciaga, aquel arquitecto de la alta costura que fue firme defensor de la línea recta y que nació en la localidad.

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Por eso, el paseo por Getaria siguiendo la estela del modisto entre cuya selecta y exquisita clientela fueron fieles seguidoras las reinas María Cristina de Habsburgo y Victoria Eugenia o la actriz Jane Fonda, tiene que comenzar en él. Se trata de una vanguardista construcción de cristal que corona la villa y está anexa al Palacio Aldamar, antigua residencia de los Marqueses de Casa Torre, abuelos de la reina Fabiola de Bélgica y mentores de Balenciaga en sus primeros años de carrera, ya que fue aquí donde el modisto dio sus primeros pasos en el mundo de la moda gracias a su madre, que era costurera, y atendía los encargos de esta aristocrática familia. Su colección permanente está formada por 1.200 trajes y complementos originales diseñados por Balenciaga, lo que constituye no solo la mayor colección de creaciones del modisto en el mundo, también la de mayor relevancia, tanto por su amplia extensión cronológica como por la calidad de las piezas que la componen.

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Desde este punto, cien veces bajó el niño Balenciaga hasta el puerto, donde arribaba cada día su padre, que era marinero, quien también, como su progenitora, desde su modesta posición, le hizo tener un natural y temprano acceso al refinamiento y a los gustos propios de las clases privilegiadas, ya que era patrón de la escampavía Guipuzcoana, una pequeña embarcación que trasladaba a los miembros de la familia real y a la Corte en sus excursiones y salidas de recreo por la zona, así como en sus desplazamientos por la bahía de La Concha. El puerto es hoy un lugar donde tomarse un buen rodaballo a la brasa en los restaurantes que en torno a él se ubican, o ir descubriendo otros rincones de la villa natal de Balenciaga, desde la calle de San Roque, a la que se asoman sus casas medievales, o la iglesia gótica de San Salvador, pasando por la vieja torre de los Zarautz y Olaso y el pasadizo de Cantaprona.

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Tras hacer parada en el número diez de la calle Zacayo, hoy llamada Aldamar, donde nació Balenciaga aquel 21 de enero de 1895, hay que seguir el paseo que durante tres kilómetros y medio bordea la costa hasta Zarautz, bañarse en sus playas de Malkorbe y Gaztetape o subir al monte de San Antón, donde hay un poderoso faro y se disfruta de una notable panorámica. La huella de Balenciaga acaba en el pequeño cementerio de Getaria, donde desde 1972 descansa este maestro internacional de la costura.

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