Connemara, el paisaje que enamoró a Jennifer Aniston
El Ballynahinch Castle es un hotel de película, para sentirse como una estrella de Hollywood al oeste de Irlanda.
El lago Ballynahinch devuelve la silueta del castillo, como si fuera un espejo. La panorámica invertida incluye también un bosque y las montañas, que están ahí para completar un escenario de ensueño. Connemara, al oeste de Irlanda, es famoso por estos rincones de naturaleza agreste. Es el paisaje que enamoró a Jennifer Aniston cuando, en 2008, estuvo en la isla esmeralda para rodar algunas secuencias de Marley y yo. La actriz, y Owen Wilson, el actor protagonista, se alojaron en este hotel de cuatro estrellas situado en el corazón de Connemara. Es un castillo de película, literalmente, porque aquí en el río que baña la finca de 450 acres (180 hectáreas) se rodó una escena de la comedia en la que los dos enamorados pasan su luna de miel en un rincón de la Irlanda verde, salpicada de ovejas.
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También es una postal de leyenda celta. El realizador Kevin Reynolds vio en este paraje la localización perfecta para grabar varias secuencias de Tristan & Isolde (2006). La película, producida por Riddley Scott, cuenta el amor trágico entre una princesa irlandesa y un guerrero inglés. Él, James Franco y ella, Shophia Miles, junto a otro de los actores del cásting, Rufus Sewell, dejaron sus nombres en el libro de visitas.
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Hollywood, definitivamente, se ha paseado por estos lares: la actriz Kathleen Turner o Will Ferrell también se hospedaron aquí, aunque no es necesario ser una estrella de cine para disfrutar de este hotel donde lujo, naturaleza e historia se unen en un edificio de 1756. Mucho antes, en el siglo XVI, esta finca entonces inmensa perteneció al importante clan de los O’Flaherty, fue casa también de la reina pirata Grace O’Malley y, más tarde, propiedad de un marajá. De la época de los O’Flaherty, todavía se puede ver, y visitar en barca, los restos de una pequeña fortaleza en la isla del lago.
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Porque si hay algo que define a este hotel es el paisaje que lo rodea. Invita a perderse por árboles frondosos, con o sin guía, para descubrir una gran variedad de plantas. Anima a dedicar unas horas a la pesca del salmón. También se puede alquilar una bicicleta y seguir la senda para descubrir la estación de un tren que, hasta 1935, unía Clifden, la capital de Connemara, con Galway, la capital del condado, o simplemente, abandonarse a la contemplación de las cumbres de las Twelve Bens.
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El interior del hotel conserva el estilo de mansión de campo, con bibliotecas abiertas en las que sentarse al calor de la chimenea para observar el crepitar del fuego, y un bar con mucha madera oscura de ‘pub’ irlandés para tomarse una pinta o una cena ‘casual’. El restaurante, más formal y con especialidades de la zona, tiene vistas al río Ballynahinch, para capturar la esencia de Connemara también a través de la ventana.
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