Loro Parque: una experiencia única entre volcanes

Aunque no se necesiten excusas para visitar Tenerife, esta vez tenemos una: celebrar el 40 aniversario este parque, con sus nuevos espectáculos de papagayos. ¿Y por qué no aprovechar y vivir una experiencia volcánica?

por hola.com

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El 17 de diciembre de 1972 se inauguró el Loro Parque que Wolfgang Kiessling imaginó como un paraíso para papagayos, un sueño que con el paso de los años ha afianzado como la segunda atracción de Tenerife más visitada después del Parque Nacional del Teide. El paso del tiempo no ha hecho sino acrecentar la belleza de un paraje que ha visto aumentar el número de especies de loros –más de 350-, pero también de otros animales, en muchos casos abandonados o requisados en aduanas y aeropuertos. Como el tiburón Elvis, que hoy nada plácidamente en su acuario mientras un sinfín de especies vegetales embellece los caminos y el hábitat de los moradores del parque.

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Las cuatro décadas se celebran con un renovado e innovador espectáculo de papagayos, sumado a la alegría del nacimiento de Vicky, una de las pequeñas orcas del Orca Ocean. En 2008 la familia Kiessling abrió otra parcela para el ocio, esta vez acuático con aires del sudeste asiático, el Siam Park. Más de 50 artesanos procedentes de Tailandia participaron en la construcción del pueblo thai que da la bienvenida al visitante.

Por supuesto, la visita al Loro Parque tiene en el Parque Nacional del Teide, icono incontestable de la isla, como su gran aliciente. En una de las regiones volcánicas más espectaculares del mundo, todo está impregnado de la esencia de sus volcanes, desde el mismo origen de la isla a su paisaje, su historia, su arquitectura y su modo de vida.

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Sin duda, uno de los territorios con más elementos relacionados con la vulcanología se encuentra en la zona llamada Isla Baja, al norte de la isla. El tour se inicia en las entrañas de un volcán, la llamada Cueva del Viento, en Icod de los Vinos, el mayor tubo volcánico laberíntico del mundo, formado por las coladas que se deslizaron colina abajo desde el volcán Pico Viejo, situado junto al Teide.

La singularidad de esta cueva única reside en sus tres niveles de pasadizos diferentes –fenómeno no descrito en ninguna otra parte del mundo- y los bellos fenómenos geomorfológicos que pueden observarse en ella, como terrazas, simas o estalactitas de lava. La cueva carece de adornos superfluos, pero lejos de restar belleza al conjunto lo convierte en una experiencia sensorial. Descúbrelo tú misma al final de la visita: permanece un minuto sin luces de ninguna clase y en silencio para percibir de forma natural la energía de la tierra.

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El recorrido volcánico continúa en Garachico, un lugar paradigmático donde apreciar las transformaciones producidas por las erupciones, tanto en el paisaje como en el desarrollo y la vida cotidiana. Durante los siglos XVI y XVII, este enclave fue el principal puerto de la isla, de donde partían las naves cargadas de azúcar y vino local hacia América y Europa. El estallido del volcán Trevejo en 1706 puso fin al próspero periodo económico de la localidad, al quedar la villa cubierta por las siete coladas de lava que durante cuarenta días descendieron colina abajo a tan lenta velocidad que permitió a sus habitantes ponerse a salvo. Esta erupción supuso el fin de la supremacía del puerto de Garachico, pero hoy las coladas suponen un atractivo turístico, pues crearon a pie de mar unas piscinas naturales de indudable belleza.

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La ruta continúa en los Silos, en la Montaña de Taco, un cono volcánico de 321 metros de altura, desde cuya cima se obtienen espectaculares vistas de Isla Baja. Aquí se encuentran los acantilados de Teno, una de las formaciones rocosas –junto al macizo de Anaga y el de Adeje- que dieron origen a la isla tras diversos periodos de actividad volcánica y tectónica, gracias a las fluidas coladas que emergieron a través de fisuras y grietas. El punto y final a la experiencia volcánica lo pone una exhibición del ‘Salto del pastor’. La orografía de Tenerife impulsó a los habitantes de las zonas rurales a buscar maneras de desplazarse evitando los barrancos, acantilados y pendientes que encontraban en el camino. Así nació esta técnica consistente en avanzar con la ayuda de una vara larga de madera acabada en punta, sobre la que apoyarse para subir y bajar cuestas o desplazarse lateralmente. Hoy, el salto del pastor se ha convertido en una de las tradiciones más auténticas de las islas.

Más información
Loro Parque y Turismo de Tenerife.