Fin de semana de fútbol y mucho más en Milán

Solo por darse un barniz de estilo compensa dejarse caer por el corazón del 'made in Italy'. Y es que la capital financiera de Italia es un hervidero de tendencias más allá de los escaparates del Quadrilatero d’Oro. Los grandes de la moda no dejan de abrir hoteles, restaurantes y cafés, su vida nocturna presume de ser de las mejores del país y sobre su legado artístico reina el fresco de La última cena que 'El código Da Vinci' diera una relevancia planetaria.

por hola.com

VIERNES

Una buena forma de iniciar el fin de semana será imitar la passegiata que al salir del trabajo emprenden tantos milaneses para encontrarse con los amigos y compartir el aperitivo; toda una institución por estos pagos. Hay zonas más auténticas, pero para esta primera tarde en la capital de Lombardía quizá mejor elegir las inmediaciones del Duomo, ese ornamentadísimo e inmenso templo gótico que preside la piazza del mismo nombre, en el cogollo del centro histórico. Admirar iluminada su estampa de mármol adornada de pináculos y gárgolas es absolutamente obligatorio y útil, por su ubicación, para ir haciéndose con la ciudad. Siempre hay ambiente a su alrededor y se podrá dar una buena primera caminata sin buscar nada concreto, siguiendo al gentío y parando a tomar un negroni o un prosecco con algo de picar en algún local apetecible que salga al paso o, para disfrutar al tiempo de las mejores vistas, en Il Bar del séptimo piso de los almacenes La Rinascente, con las agujas del Duomo asomando tras sus cristaleras.
Por la zona podrán elegirse para la cena desde las módicas pizzas que sirve hasta medianoche la decana pizzería Di Gennaro, en el 14 de via S. Radegonda, hasta las dos estrellas Michelín del Ristorante Cracco, en via Victor Hugo 4. Tampoco habrá problemas para dar con un lugar para tomar luego una copa ¬–uno con mucho estilo sería el Grand Lounge & Bar del hotel Rosa Grand, en via Pattari 5–. Bastante más difícil, sin embargo, será conseguir una entrada para el vecino Teatro de La Scala - esta bombonera que figura entre los teatros de la ópera de más fama y prestigio del mundo- a menos que se haya reservado con mucha antelación. Quienes prefieran algo más movido tendrían que cambiar de zona y enfilar, por ejemplo, hacia el barrio obrero de Navigli, cada vez más restaurado y volcado en la noche.

SÁBADO

El Duomo, símbolo inequívoco de Milán, es el inevitable punto de partida para explorar el centro histórico. Si su interior resulta impactante, sus tejados –a los que subir a pie o en ascensor– lo son aún más, con sus miles de esculturas y las vistas que afloran desde sus alturas, en las que apreciar cómo lo nuevo y lo viejo se amalgaman incluso en el corazón de la ciudad.
Habrá que caminar muy poco hacia el oeste para dar con la piazza dei Mercanti, un legado de la Edad Media con muchísimo encanto. Si se quieren adquirir algunos productos gourmet para llevar de regreso a casa, como unos excelentes quesos y embutidos italianos o el café mejor tostado, nada como buscar el delicatessen Peck, en la cercana via Spadari, antes de continuar la visita por la cara sur del Duomo. Como siguientes hitos, la iglesia de Santa Maria Presso San Satiro o el hoy convertido en museo Palazzo Reale que sirviera de morada a las poderosas familias de los Visconti y los Sforza. Junto a éste, la capilla de San Gottardo in Corte, con su esbelto campanile, el Palazzo Arcivescovile y la piazza Fontana. Del otro lado del Duomo, en un abrir y cerrar de ojos se estará ya bajo las abovedadas cubiertas de vidrio y hierro fundido de la icónica Galleria Vittorio Emanuele II, concebida hace casi un siglo y medio para unir las dos plazas más hermosas de la ciudad. Aunque las economías no estén para cometer muchos excesos en sus exorbitantes tiendas, un capuchino en alguno de sus cafés, aunque caro, tampoco supondrá un descalabro incluso si se elige para ello el mítico Zucca –que recupera su antiguo nombre de Al Campari–, donde casi mejor pedirse este célebre bitter, inventado precisamente en este local con solera por el que solían recalar Verdi y Toscanini tras sus representaciones en La Scala, que queda del otro lado de la Galleria. A quienes no vayan a asistir a alguna ópera o ballet en este mundialmente famoso teatro quizá les interese la visita a su museo y así de paso admirar el auditorio desde los palcos. En la piazza della Scala también se alza el Palazzo Marino, sede del Ayuntamiento, muy cerca de la iglesia jesuita de San Fedele y la casa-museo de Manzoni.
Una vez visto lo esencial del centro histórico, en menos de diez minutos caminando por la via Alessandro Manzoni se habrá llegado al universo del lujo Made in Italy, el llamado Quadrilatero d’Oro que acotan las vias Della Spiga, Sant'Andrea, Manzoni y Montenapoleone, por las que pasearse ante los escaparates de los más grandes: desde Armani, Ferragamo, Dolce & Gabbana y Versace hasta Gucci, Prada, Valentino, Fratelli Rosseti, Roberto Cavalli, Moschino y un etcétera tan largo que da tanto vértigo como los precios de sus prendas. Pero como no sólo de moda vive el hombre, antes de recorrer a fondo el Quadrilatero ya irá siendo hora de atender al estómago con una incursión con estilo en el Emporio Armani Caffé de la via Crocce Rossa o con alguna de las fabulosas tartas del café Cova, en el 8 de Montenapoleone.
El barrio de Brera será el colofón del día, donde disfrutar de su ambiente bohemio chic y, si diera tiempo, visitar su estupenda pinacoteca antes de volver a enfrentarse al consabido aperitivo en una zona, hoy sí, de lo más auténtica para ello. Infinidad de cafés y tabernas se viven a fondo esta costumbre tan milanesa en la que, con la consumición, se incluye un picoteo que varía de local en local. Algunos de los históricos, el Jamaica Bar y el Bar Brera, ambos en via Brera. Brera es un barrio delicioso lleno de tiendas curiosas, galerías, teatros, algún que otro anticuario e iconos del life style como el multiespacio Corso Como 10, exactamente en esa dirección, con desde librería, un mini-hotel de tres habitaciones, un outlet de firmas de marca y un café-restaurante que podría ser la opción ideal para una cena romántica. Además en sus inmediaciones sobran los locales para tomar luego una copa.
DOMINGO

No habrá que marcharse de Milán sin haber admirado la obra maestra de Da Vinci La Última Cena que el best-seller de Dan Brown, El código Da Vinci, hizo más célebre si cabe. Conseguir una entrada no será tarea fácil ya que, a menos que se reserve con meses de antelación o se tenga mucha suerte, no podrá elegirse cualquier horario. En cualquier caso la iglesia que lo alberga, Santa Maria delle Grazie, es realmente preciosa. Buenas opciones también para las últimas horas que se tengan en Milán, una caminata por el elegante parque Sempione que queda hacia el norte de Santa Maria delle Grazie, con el Arco della Pace a un lado y la austera fortaleza del Castello Sforzesco del otro; o visitar alguno de los mejores museos milaneses, a los que difícilmente habrá dado tiempo de entrar el día anterior. Muy especialmente, la Pinacoteca de Brera, con obras de Rafael, Bellini, Piero della Francesca, Tiepolo, Canaletto, Caravaggio, Modigliani o Morandi, así como el famosísimo Cristo muerto de Andrea Mantegna.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar
Hay vuelos directos a Milán o la cercana Bérgamo desde una docena de aeropuertos españoles con compañías como Iberia, Alitalia, Air Europa, Vueling, Easyjet Rryanair, en ocasiones por menos de 100 €.

Cómo moverse
Por el centro conviene más caminar, aunque también hay una buena red de tranvías, trolebuses, autobuses y metro que puede utilizarse comprando el billete conjunto de un día, por 4,50 €, o de dos, por 8,25 €. La tarjeta Milano AmaMi Card, válida para 48 horas, cuesta 25 € y permite usar los transportes, acceder a 18 museos y beneficiarse de descuentos.
Dónde comer
En clásicos de la cocina local como Bice (Borgopesso, 12), abierto desde 1926; Al Porto Milano (pl. Cantore Milan), especializado en pescado; Il Coriandolo (Dell’Orso, 1), junto a La Scala o, en Brera, el pequeño y tradicional Il Solferino (Castelfidardo, 2), en funcionamiento desde 1909, o el todavía más minúsculo La Latteria (San Marco, 24), toda una institución.
Ocio nocturno
El distrito de los canales de Navigli es uno de los más animados y frecuentados sobre todo –aunque no en exclusividad– por los jóvenes, con infinidad de restaurantes, bares y discotecas. Otras zonas bastante noctívagas, las inmediaciones de Corso Como y el barrio bohemio de Brera. Para una copa entre la gente guapa –que aquí es guapísima–, los locales de los diseñadores, como el Armani/Privè de la vía Manzoni 31, son siempre una garantía.
Compras
Aunque la cartera tiemble solo de pensarlo, será imprescindible pasearse por las tiendas del Quadrilatero d’Oro para palidecer ante el estilo que derrochan los escaparates de todos los grandes de la moda que se concentran por sus calles. Más asequibles, otras arterias comerciales como la peatonal Corso Vittorio Emanuele o Corso Garibaldi y, por supuesto, outlets en los que adqurir prendas de grandes firmas a precios algo menos disparatados como el 10 Corso Como Outlet, en via Tazzoli 3, o Dmagazine, en el 26 de Montenapoleone.