Los pueblitos en equilibrio de Le Cinque Terre
Monterosso, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore son los cinco fotogénicos pueblos medievales asomados al Golfo de Génova que sostienen las casitas de colores que trepan por sus riscos. Un inaccesible pedazo de la región de Liguria en el que el hombre supo sacarle partido a la naturaleza, e incluso mejorarla.
La Riviera di Levante de la costa ligur esconde casi llegando a La Spezia cinco pueblos de pecado. Agarrados a los cerros, mirándole de frente al golfo de Génova, le Cinque Terre, que es como se los conoce en su conjunto, aparecen con sus enrocadas casitas de colores posadas sobre los acantilados entre paisajes de viñas y olivares y cultivos en terraza, con los que generaciones de esforzados agricultores supieron sacarle partido a la montaña.
La estrecha carretera que zigzaguea entre las laderas hilvanándolos uno tras otro es ya todo un suculento aperitivo, pero el plato fuerte aflora sin pero posible cuando uno se acerca a este puñado de preciosidades que, junto con el pequeño Parque Nacional que los rodea, la Unesco tuvo el acierto de declarar Patrimonio de la Humanidad.
Monterosso, el primero que asoma viniendo de Génova, es el que tiene mejores playas y, en consecuencia, es también al que más le han crecido edificios de última hornada para alojar visitantes. Tras pararse a aspirar los aromas del mar de Liguria en alguno de sus cafés de primera línea y darse una caminata por su cogollo medieval, mejor no demorarse demasiado y continuar pronto hacia los otros, con todavía mucho más encanto.
Pocos kilómetros al sur, Vernazza, con una ensenada natural que sirve de refugio a los barcos, fue antaño el más próspero. Como quien tuvo retuvo, las empinadas callejuelas de su casco histórico se adornan de loggias y soportales, de mansiones y torreones y, en un extremo, del castillo de los Doria que defendía a sus gentes del peligro sarraceno.
Corniglia, el más pequeño, es el único que no toca el mar, y quizá por ello también sea el más rural y tranquilo de todos. A cambio, los viejos caserones que se arraciman a lo largo de la vía Fieschi, de su encantadora iglesia de San Pietro o de su arruinado peñón del siglo XVI se aúpan con gracia sobre un promontorio rocoso sin dejar de vigilar a los otros cuatro desde lo alto del acantilado.
Desde aquí puede seguirse a pie hasta el siguiente; porque caminar de uno a otro o adentrarse por sus muchas rutas senderistas es un aliciente tan apetecible como los pueblos en sí. También se podrá optar por la cómoda opción del tren que une a todos ellos o, si no, tocará deshacer en coche parte de lo andado para, entre viñas y limoneros, ajustarse a las infinitas curvas de la minúscula carretera que desemboca en el también encandilador Maranola.
Encerrado entre dos moles rocosas, esta auténtica postal se adorna de pintorescas callejuelas y casas-torre que protegían a sus habitantes, con su plaza y su iglesita y sus mil y una esquinas sublimes en las que aguardar a esos atardeceres gloriosos que se gasta cada uno de los pueblos de Le Cinque Terre.
También caminando casi al borde de los precipicios por la vía dell’amore puede continuarse a Riomaggiore. Este último burgo, protegido a su vez por su viejo castello, se aprieta desde la parte alta, con su iglesia del siglo XIV. En su vía Colombo se hacen un hueco cafés y heladerías, envueltas en el ambiente medio irreal de estos pueblitos en los que sus gentes no sólo supieron dar con la fórmula de ganarle terreno a tan abrupta naturaleza, sino que además la mejoraron con una arquitectura que, gracias su acceso tan tortuoso, ha cambiado muy poco a lo largo de los siglos.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar
Génova y Pisa son los aeropuertos más próximos. A esta última ciudad ofrece vuelos directos desde Madrid Air Nostrum desde 179 €, y Vueling, a partir de 109 €, desde Barcelona. También desde ambas ciudades, además de Fuerteventura, Girona, Gran Canaria, Ibiza, Reus, Santander, Sevilla y Valencia, pueden reservarse vuelos con Ryanair desde apenas 16 € ida y vuelta en algunas temporadas.
Moverse por los pueblos
El senderismo es uno de los grandes alicientes de Le Cinque Terre, con paisajes deslumbrantes en las caminatas entre los pueblos y el Parque Nacional que los rodea. Quienes no se dejen seducir por esta opción deberían decantarse por el tren, que es la mejor alternativa. Una línea férrea entre paisajes espectaculares tiene parada en todos los pueblos. La opción del coche tiene el inconveniente del aparcamiento, que es realmente complicado sobre todo en temporada alta. Además los pueblos son peatonales.
Dónde dormir
En Monterosso, La Casa dei Limoni, en lo alto del pueblo, en un viejo caserón reformado con gusto y apenas media docena de habitaciones, amén de una preciosa terraza con vistas al burgo antiguo y al mar. También aquí, si se viaja con un grupo de amigos, puede alquilarse por semanas la excepcional residencia histórica Eremo di Santa M. Maddalena. En Manarola, el puñado de habitaciones y apartamentos de la encantadora La Torretta, una casa-torre del siglo XVII, o en Vernazza, La Malà, con sólo cuatro personalísimas habitaciones y una terraza sobre las rocas absolutamente sublime.
Dónde comer
En Vernazza, estupendos pescados y mariscos en la encantadora terraza del Gambero Rosso. En Corniglia, las pocas mesas –imprescindible casi reservar– de la familiar Osteria a Cantina de Mananan (Via Fieschi, 117). En Manarola, en la terraza con fantásticas vistas al mar del Marina Piccola o la bulliciosa Trattoria Il Porticciolo. O, en Riomaggiore, La Lanterna, en el puerto.
No te pierdas
La caminata por la vía dell’Amore entre Riomaggiore y Manarola; una de las más fáciles y espectaculares de la infinidad de senderos que, entre el mar y la montaña, convierten a Le Cinque Terre en un paraíso también para los senderistas.
Más información
Turismo de Italia y Le Cinque Terre.
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Monterosso, el primero que asoma viniendo de Génova, es el que tiene mejores playas y, en consecuencia, es también al que más le han crecido edificios de última hornada para alojar visitantes. Tras pararse a aspirar los aromas del mar de Liguria en alguno de sus cafés de primera línea y darse una caminata por su cogollo medieval, mejor no demorarse demasiado y continuar pronto hacia los otros, con todavía mucho más encanto.
Pocos kilómetros al sur, Vernazza, con una ensenada natural que sirve de refugio a los barcos, fue antaño el más próspero. Como quien tuvo retuvo, las empinadas callejuelas de su casco histórico se adornan de loggias y soportales, de mansiones y torreones y, en un extremo, del castillo de los Doria que defendía a sus gentes del peligro sarraceno.
Corniglia, el más pequeño, es el único que no toca el mar, y quizá por ello también sea el más rural y tranquilo de todos. A cambio, los viejos caserones que se arraciman a lo largo de la vía Fieschi, de su encantadora iglesia de San Pietro o de su arruinado peñón del siglo XVI se aúpan con gracia sobre un promontorio rocoso sin dejar de vigilar a los otros cuatro desde lo alto del acantilado.
Desde aquí puede seguirse a pie hasta el siguiente; porque caminar de uno a otro o adentrarse por sus muchas rutas senderistas es un aliciente tan apetecible como los pueblos en sí. También se podrá optar por la cómoda opción del tren que une a todos ellos o, si no, tocará deshacer en coche parte de lo andado para, entre viñas y limoneros, ajustarse a las infinitas curvas de la minúscula carretera que desemboca en el también encandilador Maranola.
Encerrado entre dos moles rocosas, esta auténtica postal se adorna de pintorescas callejuelas y casas-torre que protegían a sus habitantes, con su plaza y su iglesita y sus mil y una esquinas sublimes en las que aguardar a esos atardeceres gloriosos que se gasta cada uno de los pueblos de Le Cinque Terre.
También caminando casi al borde de los precipicios por la vía dell’amore puede continuarse a Riomaggiore. Este último burgo, protegido a su vez por su viejo castello, se aprieta desde la parte alta, con su iglesia del siglo XIV. En su vía Colombo se hacen un hueco cafés y heladerías, envueltas en el ambiente medio irreal de estos pueblitos en los que sus gentes no sólo supieron dar con la fórmula de ganarle terreno a tan abrupta naturaleza, sino que además la mejoraron con una arquitectura que, gracias su acceso tan tortuoso, ha cambiado muy poco a lo largo de los siglos.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar
Génova y Pisa son los aeropuertos más próximos. A esta última ciudad ofrece vuelos directos desde Madrid Air Nostrum desde 179 €, y Vueling, a partir de 109 €, desde Barcelona. También desde ambas ciudades, además de Fuerteventura, Girona, Gran Canaria, Ibiza, Reus, Santander, Sevilla y Valencia, pueden reservarse vuelos con Ryanair desde apenas 16 € ida y vuelta en algunas temporadas.
Moverse por los pueblos
El senderismo es uno de los grandes alicientes de Le Cinque Terre, con paisajes deslumbrantes en las caminatas entre los pueblos y el Parque Nacional que los rodea. Quienes no se dejen seducir por esta opción deberían decantarse por el tren, que es la mejor alternativa. Una línea férrea entre paisajes espectaculares tiene parada en todos los pueblos. La opción del coche tiene el inconveniente del aparcamiento, que es realmente complicado sobre todo en temporada alta. Además los pueblos son peatonales.
Dónde dormir
En Monterosso, La Casa dei Limoni, en lo alto del pueblo, en un viejo caserón reformado con gusto y apenas media docena de habitaciones, amén de una preciosa terraza con vistas al burgo antiguo y al mar. También aquí, si se viaja con un grupo de amigos, puede alquilarse por semanas la excepcional residencia histórica Eremo di Santa M. Maddalena. En Manarola, el puñado de habitaciones y apartamentos de la encantadora La Torretta, una casa-torre del siglo XVII, o en Vernazza, La Malà, con sólo cuatro personalísimas habitaciones y una terraza sobre las rocas absolutamente sublime.
Dónde comer
En Vernazza, estupendos pescados y mariscos en la encantadora terraza del Gambero Rosso. En Corniglia, las pocas mesas –imprescindible casi reservar– de la familiar Osteria a Cantina de Mananan (Via Fieschi, 117). En Manarola, en la terraza con fantásticas vistas al mar del Marina Piccola o la bulliciosa Trattoria Il Porticciolo. O, en Riomaggiore, La Lanterna, en el puerto.
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Turismo de Italia y Le Cinque Terre.