Capri, la niña mimada del golfo de Nápoles

A esta preciosa islita el regusto elitista le viene de más lejos, pero fue en los 50 cuando se catapultó como refugio de estrellas. Un destino por un lado exclusivo y por otro abarrotado de admiradores en verano, que en primavera muestra todo su encanto y que no ha perdido ese epicúreo arte de disfrutar de las cosas simples de la vida que, como nadie, sabe cultivar el sur de Italia.

por hola.com

Ya Octavio Augusto la bautizó como la isla del “dolce far niente” y el emperador Tiberio se decantó por ella para retirarse del mundo… y hasta para retirar de paso a más de uno, que aseguran las malas lenguas que el déspota no dudaba en arrojar a todo el que se le antojara desde el tremendo acantilado al que se asoma su hoy en ruinas Villa Jubis.

Este abrupto y bellísimo islote calcáreo orlado de farallones y unas aguas despampanantes corrió un destino bastante paralelo al de la vecina Nápoles. Vio desfilar a lombardos, normandos, angevinos o aragoneses, amén de a los piratas sarracenos, que obligaron a sus habitantes a protegerse detrás de estrechas callejuelas que se podían cerrar fácilmente para salvarse de sus ataques.

Ya en los siglos XVIII y XIX comenzó a recibir a un buen reguero de aristócratas, intelectuales, poetas y artistas en busca de inspiración y de sol: Mendelssohn, Debussy, Rilke, Gorki, Oscar Wilde o Thomas Mann, cuyos pasos siguieron otros como Graham Greene, Moravia, Nureyev, Sartre y Simone de Beauvoir, o Neruda.

Sin embargo, fue sobre todo a partir de la década de los 50 cuando el cine se encargó de alimentar los mitos de Capri con fiestas, glamour y más de un escándalo. Cada verano los paparazzi se apostaban frente al hotel-palacio Quisisana a la caza de estrellas de Hollywood inclinadas por la isla como Greta Garbo, Ingrid Bergman, Audrey Hepburn, Rita Hayworth, Jack Lemmon, Grace Kelly, Kirk Douglas o Clark Gable –que protagonizó con Sofía Loren una película que en castellano se tradujo con el nombre de la isla–, al igual que lo siguen haciendo ahora en busca de los diseñadores y modelos, deportistas de élite, príncipes y astros de la pantalla que siguen siendo fieles a sus veranos. Porque aunque las hordas estivales de turistas invaden hasta lo indecible sus escuetas hechuras, sus apenas tres kilómetros de ancho por seis de largo se las arreglan para reservarles a los ricos y famosos sus paraísos de intimidad camuflados en los hoteles de relumbrón y sus esquinadas villas privadas entre los arrecifes y las flores.

Imprescindible por esas callejuelas tan mediterráneas y morunas de la ciudad de Capri curiosear por las boutiques de lujo que se agolpan en la vía Camerelle, pasear la vista por las panorámicas de escándalo que despachan sus miradores o los Jardines de Augusto, o concederse un alto en las terracitas de la piazzeta antes de enfrentarse con el fenomenal terraplén de la vía Krupp para llegar al puertito pesquero de la Marina Piccola.

Mientras, desde el puerto principal de Marina Grande, si el mar está en condiciones, se podrá tomar una barca para circunnavegar la isla entera y aplaudir los destellos de la famosísima –y muy probablemente atestada– Gruta Azul, o pasmarse ante la espectacularidad de la Villa Malaparte, en la que se instalara Brigitte Bardot con el cineasta Jean-Luc Godard mientras rodaban Le Mépris.

En la otra ciudad de la isla, Anacapri, tampoco habrá que faltar a la cita con la emocionante Villa San Michele que se hiciera construir en el XIX el médico y escritor sueco Axel Munthe sobre sus cimientos romanos y, tras callejearla a fondo, tomar el telesilla hasta el Monte Solaro que domina entero el golfo de Nápoles y comprender, si es que no se ha hecho ya, por qué esta islita enamora a todo el que la pisa, y de donde puede venir ese dicho que le toman prestado a Nápoles de “Vedere Capri e poi morire".

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar
Vuelos directos a Nápoles desde Madrid con Air Nostrum y desde Barcelona con Vueling, con precios que en algunas fechas rondan los 100 €. Desde Nápoles –y también de otros puntos de la costa como Sorrento o Salerno, entre otros– hay frecuentes ferrys y barcos rápidos que llevan a la Marina Grande de Capri.

Moverse por la isla
En transporte público, ya sean taxis, autobuses, el funicular o el telesilla para visitar los principales puntos de la isla, que una vez allí se disfrutan a pie.

Mejor época
En pleno verano la isla, que es muy pequeña, está atestada de turistas que van a pasar el día de excursión, aunque afortunadamente la gran mayoría no hace noche en Capri, lo cual será todo un alivio para quienes sí se instalen algunos días en ella. En cualquier caso, si se puede elegir, es mucho más recomendable la primavera o el otoño.

Dónde dormir
El Grand Hotel Quisisana es el gran clásico de Capri, habitual aún hoy de aristócratas y estrellas. Los otros mejores hoteles de Capri son los cinco estrellas gran lujo Punta Tragara y el Tiberio Palace y, en Anacapri, el Capri Palace.

Dónde comer
Hay muchísimos más, pero entre los más recomendables de la isla figuran el lujoso White Restaurant del Tiberio Palace, la preciosa terraza con vistas deIl Geranio, Faraglioni (Via Camerelle, 75), Aurora, Da Paolino, con su romántica terraza bajo los limoneros en Marina Grande; Villa Verde, el Sollievo o Da Giorgio. En Anacapri, el lujosísimo l’Olivo del hotelCapri Palace, el único en la isla con dos estrellas Michelín.

No te pierdas
Un salto a las también bellísimas y menos transitadas islas vecinas de Ischia y Procida, a tiro de piedra de Capri y fácilmente accesibles en ferry.

Más información
Turismo de Italia y Turismo de Capri.