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Roma es eterna y como tal, parece enemiga de lo contemporáneo, tanto del arte como de la arquitectura actual, pero su centro histórico luce un nuevo edificio de moderno diseño (el segundo tras la estructura del Ara Pacis, de Meyer, y, fuera del centro, el auditorio con caparazones de Renzo Piano) que desbanca esta teoría, la habitual en cualquier ciudad española, por otra parte.

El espectacular y sinuoso edicio de Zaha Hadid, la famosa arquitecta nacida en Bagdad, se levanta sobre un antiguo cuartel, junto a la ampliación, firmada por Odile Decq, del otro museo que había abierto antes el camino contemporáneo, el Macro. La construcción, con diferentes alturas y formas sinuosas, irrumpe en la fisonomía rectilínea del barrio Flaminio.

En el interior de este gran campus de la cultura que aloja dos museos: el MAXXI Arte y el MAXXI Architettura, los visitantes se encuentran con recorridos siempre distintos e inesperados que pasan puentes, rampas y pasarelas, donde los múltiples ambientes conviven en una secuencia de galerías iluminadas por luz natural. El hormigón, el acero y una cubierta transparente otorgan al espacio la neutralidad que precisan las obras de arte.

La colección de arte reúne unas 300 obras. Y el Museo de Arquitectura contiene, además de los archivos de los grandes arquitectos italianos del siglo XX, como Carlo Scarpa, Aldo Rossi y Pier Luigi Nervi, dos series de reconocidos fotógrafos contemporáneos: el Atlas italiano y un relato en imágenes de la construcción del museo.

La programación de las actividades -exposiciones, talleres, congresos, espectáculos, proyecciones- refleja la vocación del MAXXI de ser no sólo un lugar de conservación y exposición del patrimonio, sino también, y sobre todo, un laboratorio de experimentación e innovación cultural, estudio, investigación y producción de contenidos estéticos de nuestro tiempo.