La Menorca más secreta por el Camí de Cavalls
Un trazado de caminos alrededor de la costa de Menorca, es hoy una fórmula sugerente y singular de sumergirse en una naturaleza casi intacta, de profundizar en una deliciosa herencia gastronómica, de descubrir un increíble legado prehistórico y, sobre todo, de pulsar los biorritmos serenos de esta ínsula bendecida.
Calas edénicas como Macarella o Binimel-là, el encanto de pueblos pescadores como Binibèquer Vell o enclaves gastronómicos ineludibles como Fornells y su celebérrima caldereta de langosta. Pero aún hay más: espacios naturales inmaculados como los humedales del port d’Addaia, un mágico legado prehistórico y, por si fuera poco, el magnetismo urbano de Ciutadella y Maó. Éstas son sólo algunas de las credenciales del Camí de Cavalls, un sugerente escaparate que invita a descubrir algunos de los tesoros que acoge la más septentrional de las islas Baleares.
Lo cierto es que, ya sea a lomos de un caballo, en mountain bike o a pie, disfrutar de las 20 rutas que configuran este periplo alrededor de la costa menorquina no deja nunca indiferente. ¿La razón? Porque el Camí de Cavalls ofrece un variopinto mosaico de posibilidades para enamorarse de Menorca. Por ejemplo, desvela un abrumador elenco de calas y playas, sea cual sea el punto cardinal que se elija: en el norte, uno se adentra en el reino de la tramontana, viento mítico que acuna arenales como los de Cavalleria o cala Pregonda; en el sur, se arraciman calas y playas como las de Son Bou y Binissafúller, o diminutas caletas como la de Biniparratx. Pero el Camí no sólo evidencia la prístina naturaleza menorquina a través de estos paisajes costeros, sino que también lo hace al adentrarse en espacios naturales únicos como el Parque Natural de S’Albufera des Grau o l’Albufera des Comte.
Por si fuera poco, los apasionados de la historia disfrutarán como niños al reseguir las huellas del pasado menorquín a través del Camí. Y es que con más de mil monumentos megalíticos desperdigados en forma de navetas, talayots y taules no es difícil hacer un viaje con la imaginación al pasado más ancestral de la isla, como cuando uno se acerca a conocer el poblado talayótico más grande la isla, la Torre d’en Galmés, o el más famoso referente prehistórico de la isla: la Naveta des Tudons, un monumento funerario con 4.000 años de antigüedad.
Así es el Camí de Cavalls, un recorrido trufado de sorpresas que hay descubrir que sin prisas, paladeándolo como un buen vino. Como ese regalo que cada ocaso brinda la isla desde el acantilado donde está encaramada la cueva natural d’en Xoroi: uno de los crepúsculos más hermosos de todo el Mediterráneo, un momento mágico en el que el mar y el cielo se tiñen de destellos bermejos y ambarinos para recordarle al visitante que la isla de los tesoros que es Menorca le acaba de regalar el último.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar
Diferentes compañías aéreas conectan la Península con Menorca, entre ellas Spanair, Air Europa y la aerolínea Vueling. En barco, Acciona Trasmediterránea ofrece seis conexiones semanales entre Barcelona y Mahón, y en fin de semana desde Valencia.
Mejor época
La primavera es una época más que sugerente para enmarcar una escapada a la isla, aunque el mejor momento para disfrutar de Menorca es durante el verano. No faltan argumentos: disfrutar de las aguas de sus calas y playas, del jolgorio de las fiestas de Sant Joan, de los ocasos desde la Cova d’en Xoroi…
Dónde dormir
En Sant Lluís, el hotel Alcaufar Vell, una casa señorial cuyos orígenes se remontan al siglo XIV, hace del lujo de las pequeñas cosas toda una seña de identidad. En la misma localidad, el remozado Barceló Pueblo Menorca es una opción más que recomendable para las familias con niños. En Es Castell, las 11 habitaciones del hotel Sant Joan de Binissaida, brindan comodidad y primorosas vistas sobre la cala de Sant Esteve.
Gastronomía
Oliaigo, caldereta de langosta, dulces como el cuscussó, el queso de Mahón… las delicatesen de Menorca son un regalo para el paladar y una herencia de sabores heredada de los pueblos que recalaron en la isla. Los árabes legaron dulces como los rubiols, mientras que la larga permanencia británica durante el siglo XVIII se percibe aún hoy en platos típicos como la greixera dolça y el brou de xenc. En Sa Pedrera d’es Pujol, su chef y propietario, Daniel González, ofrece una deliciosa fusión de tradición y vanguardia con platos como la formatjada de solomillo Wellington con salsa Gravy. Otra sugerencia gastronómica es el Cafè Balear, en Ciutadella, con especialidades como la langosta con cebolla. Y para los gourmets apasionados de la cocina de hondas raíces un secreto: Ca’n Aguedet (Tel. 971 37 53 91), de Es Mercadal, para zambullirse en la cocina menorquina más ancestral a través de platos como el arròs a la terra.
Más información
Turismo de Menorca y Turismo de las Islas Baleares