Una isla privada en las Seychelles

Santuario de tortugas, de aves marinas… y de amantes del trópico con el riñón bien cubierto. Es Denis Island, un escondite secreto en las Seychelles.

por hola.com

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No es que se tenga entera la isla para uno, pero casi como si así fuera. Sobre los dos kilómetros de largo por uno y medio de ancho de Denis Island se camuflan 25 chalets, con sus techos de paja apenas distinguibles entre el follaje, y a tiro de piedra todos ellos de esas transparencias del Índico que orlan este escondite a media hora en avioneta de Mahé, la principal del archipiélago de las Seychelles.

Son pues, a lo sumo, cincuenta los niños mimados que pueden disfrutar al tiempo de esta isla privada, aunque durante el día se tiene la sensación de ser casi su único morador. Porque sólo a las horas de las comidas suele verse merodear a sus huéspedes por la estilosa palapa que alberga los servicios centrales de esta isla-hotel. El resto del día, es más probable que opten por atrincherarse en la privacidad de su chalets, que salgan a pescar bonitos y marlins, que desaparezcan bajo las aguas para explorar los arrecifes de coral o se agencien alguna esquina discreta en sus blanquísimas playas, sabiéndose el más afortunado de los náufragos.

Este paraíso de postal le adeuda el nombre al navegante Denis de Trobriant que, en el siglo XVIII, tuvo a bien colocarla en el mapa. Antaño fue una plantación de cocos, y en 1977 fue adquirida por un empresario francés que, primero, se la quedó entera para él, aunque luego se avino a compartirla con el resto del mundo abriendo un entonces rústico hotel. Más tarde lo adquirieron los Mason, propietarios de uno de los principales grupos turísticos del archipiélago y responsables de su transformación en el exclusivo hotel de estilo créole que es hoy. Un hotel, todo sea dicho, bastante particular. Baste como ejemplo para corroborarlo que ni siquiera haya de pasarse por recepción a recoger la llave, porque directamente no la hay. Sus villas están siempre abiertas. De día y de noche. Sin miedo a los intrusos, ya que en Denis sólo viven los clientes y los empleados, a los que parece tragarse la tierra en cuanto terminan su jornada.

El lujo que aquí aguarda no es de esos con brillos y oropel, jardines manicurados o acabados de diseño. La isla se ha conservado casi virgen. Tanto, que el único tramo desbrozado entre sus bosques de esbeltísimas palmeras, badamiers, árboles de takamaka y casuarinas, es la pequeña tira de arena que permite aterrizar a las avionetas que la comunican con el mundo. En Denis, el lujo es contar con todas las comodidades, sin excesos ni ostentaciones, en un entorno tan retirado y salvaje.

Hasta aquí no llegan los periódicos, nada tampoco de televisión en las habitaciones, y jamás hay atisbos de cobertura en el móvil. A cambio, la isla anda sobrada de sol y playas despampanantemente intactas, de arrecifes y mínimos senderos por los que salir al encuentro de aves fabulosas y de las distintas especies de tortugas marinas que acuden a desovar en la soledad de sus arenales.

No es casualidad que sus principales huéspedes sean parejas en busca del rincón más íntimo en el que vivir su luna de miel. Aunque tampoco lo es que más de la mitad de sus clientes sean repetidores con el riñón lo suficientemente bien cubierto como para regresar a Denis cada vez que su agenda lo permite.

La mayoría escapan de Europa, urgidos de una desconexión total en la que vaciarse de preocupaciones y recargar pilas en estas aguas a caballo entre el zafiro y el turquesa, en los paseos junto al par de naturalistas de la casa que cada mañana salen a contabilizar las aves endémicas en peligro de extinción que, como el paradise flycatcher o el magpie robin, han encontrado en Denis un hogar seguro; a espiar el desove de las tortugas sobre las mismas playas que las vieron nacer años atrás o a aguardar al atardecer, con una copa frente al Índico, el regreso de millares de aves pescadores, que abandonan la isla cada mañana para buscar alimento en el mar y, antes de que caiga el sol, regresan a tierra en apabullantes bandadas.
Aunque nada puede compararse a, ya en plena noche, adentrarse entre los espesísimos bosques de Denis para escuchar el ensordecedor griterío de sus aves mientras en lo alto chisporrotean las estrellas del Hemisferio sur, iluminando uno de los cielos más emocionantes que puedan avistarse sobre la faz de la Tierra.

Algunas pistas

Air Seychelles vuela al archipiélago desde Londres, París, Milán, Roma o Frankfurt. Su mejor tarifa, incluidos los tramos desde España, parte de unos 850 €, tasas incluidas. Las avionetas de esta misma compañía conectan seis veces por semana Mahé con Denis.

Suele resultar más conveniente adquirir en cualquier agencia un paquete de avión y alojamiento que cada servicio por separado. Dimensiones-Mundicolor (en agencia de viajes) propone los vuelos y cinco noches en pensión completa en Denis a partir de 3.000 €, con una pequeña reducción y detalles especiales para lunas de miel.

Más información
Denis Island y Turismo de Seychelles en España. Tel. 917 02 08 04.

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