Acordes barrocos en la selva boliviana

Si recuerdas 'La Misión', con Robert de Niro y Jeremy Irons, el festival que acogen las iglesias misionales de Chiquitos te hará comprobar cómo a veces la realidad deja en pañales la ficción.

por hola.com

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Al jesuita Martin Schmidt no le han hecho una película, pero el director que se atreviera tendría más aventuras que contar que las de Robin Hood y Jack Sparrow juntos. Este extraordinario personaje, arquitecto y músico además de misionero, fue el artífice de la construcción en el XVII de un puñado de preciosas iglesias en las misiones de la Chiquitania boliviana que la Unesco protege hoy como Patrimonio de la Humanidad.

Pero, casi más que la propia epopeya de la fundación de estas misiones en unos parajes infestados entonces de esclavistas y caníbales, lo del todo desconcertante es imaginarle transportando hasta ellas violines hasta un órgano con los que acompañar los coros que cantaban en estas iglesias levantadas en plena selva. O enseñándole a sus indígenas a tocar, y hasta fabricar, esos mismos instrumentos que sonaban en las catedrales y palacios de la Europa de la época.

Poco después del descubrimiento de América cientos de jesuitas salieron a evangelizar el Nuevo Mundo. Ya por entonces estos misioneros formaban un cuerpo de religiosos culto y de grandes valores y, hasta que en 1767 Carlos III los expulsara de todos los dominios de la corona, crearon en diversos puntos de América Latina las célebres misiones o reducciones de indios, que acabaron siendo un experimento social de lo más revolucionario. La idea era cristianizar a "los salvajes" fundando aldeas en zonas remotas en las que asentar a estas gentes todavía nómadas que, acechadas por la miseria y los traficantes de esclavos, vivían en condiciones penosísimas. Pero los jesuitas no sólo llevaron la religión. Además, lograron crear unas sociedades muy democráticas y hasta modélicas para lo que eran aquellos tiempos. Algo así como la utopía de una ciudad de dios en la Tierra.

Con sus buenas dosis de inteligencia y valor, y valiéndose también de la música, que como se apreciaba en La Misión parecía embrujar a los indígenas como por arte de magia, los jesuitas fueron fundando aldeas en las que acabaron instalándose voluntariamente tribus a menudo enfrentadas entre sí. En ellas funcionaron desde escuelas en las que la educación era obligatoria para los niños hasta talleres en los que los adultos aprendían todo tipo de oficios útiles para la comunidad. Se les enseñaba a trabajar la tierra y la madera, a hacer tejidos o a cuidar el ganado y, esencial, a organizarse en una sociedad pacífica y próspera que con el tiempo acabaron gestionando ellos mismos. Porque en cada misión no había más que un par de jesuitas, que terminaron ocupándose apenas de lo espiritual y los dineros. Del resto se acabaron encargando los jefes locales que, organizados en cabildos, se bastaban y sobraban para ordenar los asuntos cotidianos y distribuir las tareas por jerarquías.

En casi toda América Latina estas antiguas misiones fueron pasto de las ruinas, pero en el Oriente boliviano, en la región de la Chiquitania, los pueblos de San Javier, Concepción, San Ignacio, Santa Ana, San Miguel, San Rafael y San José han logrado preservar hasta nuestros días la arquitectura y la herencia cultural que sembraron aquellos jesuitas. Incluso después de su expulsión, sus iglesias siguieron siendo el epicentro de cada comunidad. Y fue en los setenta, durante la restauración de estos singularísimos templos de estilo barroco mestizo, cuando en Chiquitos aparecieron milagrosamente conservadas 5.500 partituras de música sacra compuesta por aquellos primeros misioneros y por algunos de los indígenas a los que habían aleccionado. Y en Moxos se encontraron otras 7.000 de estas hojas de música que siguió interpretándose en la región hasta bien entrado el XIX.

El descubrimiento de estos valiosísimos pedazos de la historia hizo que por los antiguos pueblos misionales volvieran a formarse decenas de orquestas y coros de niños y jóvenes, y hasta vieron la luz varios festivales. El más importante, el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana 'Misiones de Chiquitos', tiene lugar cada dos años. Su próxima edición, ya la octava, se celebrará del 22 de abril al 2 de mayo con la participación de formaciones musicales procedentes de más de una docena de países europeos y americanos, que actuarán en los principales teatros de la ciudad de Santa Cruz y, desde luego, en las antiguas iglesias misionales de esta esquinada porción de Bolivia que ha sabido preservar vivo semejante episodio del pasado del Nuevo Mundo.

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Asociación Pro Arte y Cultura Apac

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