¿Quieres conocer La Mamounia antes que nadie?

Hemos visitado el mítico hotel de Marrakech, cerrado tres años por reforma, para mostrarte la nueva cara de este prodigioso palacio casi a punto de abrir de nuevo sus puertas.

por hola.com

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No falta nada para la prueba de fuego. Tras tres años de obras y la friolera de 120 millones de euros invertidos en devolverle su esplendor al mítico hotel de Marrakech, La Mamounia volverá a abrir sus puertas este 29 de septiembre. Su edificio rosado y sus ocho hectáreas de jardines, cercados por las murallas almorávides que rodean el casco antiguo de “la ciudad roja”, es lo único que apenas ha cambiado. Porque en el interior de este oasis a tiro de piedra del hervidero de la plaza de Jemaa el Fna no se ha dejado ni una sola dependencia sin remozar.

El estilo art-déco del que fue revestido tras su remodelación de 1986 es ya historia. Desde los muebles hasta los cuadros o las antiguas vajillas fueron vendidos el pasado junio en una subasta sin precedentes en la que se liquidó absolutamente todo. La Mamounia, como en sus orígenes, vuelve hoy a ser un palacio de regusto árabe-andaluz donde la elegancia de la verdadera tradición marroquí se aúna con la audacia que le ha insuflado el decorador estrella Jacques Garcia, responsable de reformas tan aplaudidas como los hoteles Costes y des Beaux-Arts de París o el castillo du Champ de Bataille, y ahora también de devolver a su esencia a este hotel levantado en los años veinte sobre los jardines que, en el siglo XVIII, el sultán Sidi Mohamed Ben Abdellah ofreció como regalo de boda a su hijo Mamoun.

Cerca de 1.500 artesanos han empleado todo su arte en la remodelación de esta “gran dama” que desde su apertura ha sido la puerta por la que celebridades de todo pelaje han penetrado en los misterios de Marrakech. Y precisamente es el misterio y la sensualidad de Oriente lo que irradia el nuevo La Mamounia, que sabiéndose escaparate de lo mejor de Marruecos no ha escatimado gastos, y talento, para trasladar a sus huéspedes a una evocación de las 1001 noches adaptada al siglo XXI con una osadía sin estridencias ni ostentaciones necias. Un escenario concebido para seducir, no para epatar.

Su vocación es convertirse en uno de los cinco mejores hoteles del planeta pero, al mismo tiempo, no parecer un hotel sino una gran residencia privada, de ahí que haya que olvidarse de elementos convencionales como la señalización hacia las habitaciones y hasta la recepción, que aunque existe rara vez habrá de usarse ya que una veintena de personas tiene como misión exclusiva el atender cualquier necesidad de sus huéspedes.

Tras ser recogido en el aeropuerto en un Jaguar, en cuanto se franquean las puertas del hotel desaparece la luz despampanante de Marrakech y asoma una hipnótica sala, casi en penumbra, en la que los recién llegados son recibidos con dátiles y leche de almendras, como manda la tradición del desierto. Un fragante aroma de madera de cedro, creado en exclusiva para La Mamounia por la prestigiosa 'nariz' Olivia Giacobetti, invade este espacio central, salpicado de íntimos sillones “estilo Garcia” y desde el que unos apenas perceptibles ascensores tapizados de cuero labrado conducen a las habitaciones.

En cada una de ls alcobas han llegado a trabajar hasta medio centenar de artesanos. Porque todo, desde los estucos de la paredes hasta las puertas y techos de madera pintada o los mosaicos que se combinan en sus suelos con mármoles y alfombras se ha hecho rigurosamente a mano. Los 27.000 m2 de azulejo tradicional o “zelij” con que se ha revestido todo el hotel es en gran medida el “culpable” de que se haya tardado tres años en ultimar esta puesta a punto en la que no se ha dejado al azar el menor detalle.

Para orquestar su puesta en escena se ha traído a Didier Picquot, antiguo director de hoteles como el Ritz de París o el Pierre de Nueva York, y para la cocina se han buscado asesores de la talla de Jean-Pierre Vigato, del restaurante parisino Apicius, y Don Alfonso, del célebre templo homónimo de la Costa Amalfitana. Ambos chef, con dos estrellas Michelin, han diseñado la carta y supervisan, respectivamente, el restaurante francés y el italiano de La Mamounia, a los que se suma un marroquí de decoración sublime y el Pabellón de la piscina, cuyo bufé de mediodía –en el que no falta ni siquiera el mejor jamón ibérico– está condenado a convertirse, como antaño, en punto de cita habitual de la flor y nata de Marrakech.

Un gimnasio acristalado camuflado entre las palmeras, olivos y naranjos de sus jardines con 500 años de antigüedad o un sugerente spa que rinde homenaje a los hammam tradicionales completan las instalaciones de este hotel con poco más de 200 habitaciones y suites e incluso tres riads independientes para quienes puedan permitirse el dispendio de instalarse en un palacio privado dentro de La Mamounia.

Pero también el común de los mortales, incluso sin estar alojados en el hotel, podrán paladear sus nuevos aires. Basta reservar una mesa en alguno de sus restaurantes o presentarse razonablemente bien vestido para que le dejen acceder a visitar sus jardines, pecar en la pastelería próxima a la piscina o el salón de té o, de noche, acercarse a tomar una copa al bar italiano, con un fabuloso trío de jazz actuando en directo, o al célebre Bar Churchill, que es el único espacio que apenas ha cambiado desde que lo frecuentaran el estadista británico, Josephine Baker, Edith Piaf, Orson Welles y todo el ejército de incondicionales que a lo largo de las décadas puso su granito de arena para convertir La Mamounia en un mito.

Algunas pistas
El precio de las habitaciones parte de unos 600 €. Puedes curiosear por sus dependencias navegando por www.mamounia.com.

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