Piérdete en una calita de Menorca y... ¡a soñar!

En una playita recóndita, acariciada por la suave luz mediterránea y con el viento susurrando historias antiguas, es donde mejor se puede apreciar la perfección de esta isla, un paraíso para los que van en busca de naturaleza virginal.

por hola.com

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La isla de los misteriosos talayots, de las aguas más transparentes, de verdes pinares y extraordinarios fondos marinos, refugio de piratas y de los hippies más idealistas, es también el lugar de los más bellos atardeceres.

La declaración de Reserva de la Biosfera de la más oriental de las Islas Baleares no es más que una prueba evidente de lo que encierra. Alejada de la marea turística de Mallorca e Ibiza, a Menorca hay que llegar a disfrutar de un puñado de calas que, aunque representan sólo una pequeña muestra del amplio catálogo que posee el archipiélago, sin duda son la mejor carta de presentación de su carácter mediterráneo, pero sobre todo de su excepcional naturaleza.

Apartada y exótica, Son Saura es una playa para soñar. A su exuberancia y tranquilidad suma el suave oleaje, a pesar de estar completamente abierta al mar, y la oportunidad de toparse en el humedal cercano a la arena con tortugas y aves acuáticas. Este antiguo refugio de corsarios forma parte de uno de los tramos mejor conservados del litoral español, el que se extiende entre Son Saura y Son Bou, convertido hoy en el destino más apacible para disfrutar de la luz, las olas domesticadas, la tranquilidad y la vegetación mediterránea que enmarcan la postal. Si la vista se admira desde un paseo en barco entre las calas En Bosc o Galdana, la imagen puede llegar a ser inolvidable.

En este mismo entorno, es casi una obligación hacer un descanso en uno de los símbolos de la conservación de la naturaleza en la isla: la cala Macarella, protagonista de una campaña en los años 80 para impedir su urbanización. Y menos mal que se consiguió: hoy la playa sigue siendo un arenal de aguas limpias de gran belleza, al que se recomienda acceder, sobre todo en agosto, a pie, a lo largo de una paseo de media hora desde cala Galdana. Rodeada por un denso pinar y un acantilado rocoso, está comunicada, por un pequeño sendero secreto, con la encantadora Macarelleta, recogida y de aguas azul turquesa. La belleza de esta calita de apenas 20 metros de longitud es la imagen de la perfección, con las encinas y los pinos mecidos sobre sus cristalinas aguas.

Otra playa imprescindible es Algaiarens, en el norte. Alejada del bullicio turístico y azotada por el viento tramontano, es uno de los arenales más pintorescos e idílicos de Menorca, donde su arena fina y dorada se funde con los pinos que descienden hasta sus pies. Una vez en ella, contemplar el roquedo que separa los dos abanicos de arena y caminar sobre sus dunas rosadas es una sensación única. Tras la loma se halla la playa de La Vall, junto a la desembocadura de un barranco.

No lejos de Algaiarens, el tramo de la costa en torno al cap de Cavalleria, el saliente más septentrional de la isla, con acantilados de hasta 80 metros de altitud, resume toda la belleza del norte de la isla. Un sendero permite llegar hasta el mirador que retrata la playa de Cavalleria en todo su conjunto. Es amplia, con forma de concha, con un sistema dunar y una vegetación escasa en su parte trasera y pendiente suave, a la que suma el valor añadido de su arcilla, con la que los bañistas se entregan al pasatiempo de tomar baños de barro. A corta distancia, la de Ferragut, y, algo más separada, cala Mica, paradas imprescindibles en esta costa levemente acantilada que recorre el Camí de Cavals, la histórica ruta que circunda toda la isla.

También en el norte, aunque ya cerca de Maó, en el oriente menorquín, otro lugar fascinante es el Cap de Favàritx, un promontorio que se adentra en el mar y está coronado por un faro que desafía los vientos de la Tramontana. Como no podía ser menos, junto al poderoso cabo espera una cala. Los juncos y cañizos que crecen en cala Presili son el preludio del Parque Natural de la Albufera des Grau, frente al cual se sitúa una misteriosa islita que se puede visitar en barca: la Illa d’en Colom.

Más allá quedan otros lugares de ensueño para disfrutar del mar: cala Morell, cala Pilar, Pregonda, Excorxada… todas especiales y todas de ensueño; son el gran tesoro que encierra la isla de Menorca y que guarda y preserva como oro en paño.

Más información
En el Consell Insular de Menorca

No te vayas de Menorca sin…
Probar los productos de Menorca: el gusto de los menorquines por los productos de su tierra hace que en cada localidad se cultiven especialidades propias, que no se encuentran fácilmente en otros lugares. Conviene probar los quesos y embutidos elaborados en Ciutadella, así como las coques de tomàtiga (tortas de tomate), los pestiños y las ensaimadas. Tampoco te marches de la isla sin comprarte las tradicionales sandalias menorquinas, todo un símbolo de este lugar.