Hace un par de semanas camino de casa en el coche tras haber pasado el día fuera mi hijo me preguntó: "Oye papá ¿Por qué ahora los días son cortos y las noches largas?"
Yo, en un afán de darle explicación a su pregunta le hablé sobre las estaciones del año, del sol, de la luna… todo intentado adaptarlo a la capacidad de entendimiento de un niño de 4 años (¡vaya reto!). No conseguí convencerlo con mis explicaciones, pues en el trasfondo de aquella pregunta no había un ánimo científico, sino saber por qué nos volvíamos a casa al oscurecer en vez de quedarnos jugando con sus amigos (las prioridades propias de un niño de su edad). Cualquiera que haya tenido hijos en esa edad sabrá lo vehemente que pueden llegar a ser los niños con una pregunta cuando nos les convence la respuesta y en este caso la pregunta se fue transformando en sollozo, y luego en llanto acompañado de frases del tipo “las noches largas son un rollo y no me gustan nada” …
La cosa pintaba mal hasta que de repente me vino la inspiración y le dije: "Verás hijo, las noches son más largas en invierno para que Papa Noel y los Reyes Magos tengan tiempo suficiente para poder entregar todos los regalos que tienen que dejarles a los niños alrededor del mundo". Su cara fue (vista a través del retrovisor) todo un poema; de repente mi hijo estaba conforme… y por fin se hizo el silencio en el coche.
¿Y que tiene que ver esto con la salud de los pacientes? Bueno, intentaré explicarme. Los profesionales de la salud pasamos mucho tiempo con los pacientes, tiempo en el que estos nos cuentan sus preocupaciones en relación con su enfermedad y en el que nosotros, además de tratarlos, debemos informarles acerca de su proceso y dotarlos de las herramientas necesarias para que comprendan su patología. Si encima somos capaces de “empoderarlos” y convertirlos en pacientes activos durante su proceso de recuperación, mejor que mejor.
Con todo y con eso, a veces, se produce un cierto paralelismo con el episodio que os relataba antes sobre mi hijo. De la misma manera que él se convenció con la historia de los Reyes Magos, los pacientes a veces tratan de agarrarse a cualquier explicación (por poco plausible que sea desde el punto de vista científico) pero que se ajuste a sus necesidades. Esto es especialmente visible en pacientes con patologías crónicas.
Así mismo la forma en la que los profesionales sanitarios nos dirigimos a los pacientes y el mensaje que les transmitimos acerca de su patología es un acto terapéutico en sí (es decir, puede considerarse ya como parte de su tratamiento). El mensaje que enviamos al paciente puede ser tan curativo como nocivo durante su proceso de recuperación y de alguna manera tiene consecuencias sobre el proceso de curación del paciente. Cada vez existen más estudios que avalan esta última afirmación.
¿Y a donde quiero llegar con todo esto? Hay dos derivadas de esta ecuación:
- Los pacientes deben aprender a gestionar la información que reciben, y a distinguir información fiable de la que no lo es. En ese sentido iniciativas como #FFPaciente y #SaludSinBulos pueden ser muy interesantes para que los paciente tengan acceso a una información veraz sobre sus patologías.
- Los sanitarios tenemos la obligación de estar bien informados, de saber transmitir correctamente esa información al paciente, adecuándonos a sus circunstancias personales, así como saber prescribirle recursos digitales adecuados y contrastados para la información del paciente.
Dicho esto, sólo me queda desearos a todos una feliz Navidad y un próspero año nuevo, que venga cargado de cosas maravillosas para todos. Que Papa Noel y lo Reyes Magos os traigan todos aquellos regalos que les hayáis pedido…
… Pero la información sobre vuestra salud, por favor, que os llegue de fuentes contrastadas antes que de Papa Noel y lo Reyes