Desde que los medios de comunicación publicaran la noticia de la detención de una técnico en cuidados auxiliares de Enfermería (TCAE) del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares por ser la presunta responsable de la muerte de una paciente de 86 años a la que habría suministrado aire con una jeringuilla produciéndole una burbuja en el corazón que le condujo a una muerte repentina, en los hospitales y centros de salud de nuestro el país reina un profundo desasosiego. Tanto los propios pacientes como sus familiares viven especialmente angustiados por el hecho de que haya alguna burbuja de aire en ese tarro de cristal o bolsa de plástico que contienen el suero que fluye hasta su brazo a través de un tubito.
De ahí que, cuando el profesional sanitario le coloca el catéter en la vía venosa y lo conecta con botella de suero, el paciente insista con vehemencia en que no haya ni la más mínima presencia de aire. También ha aumentado el número de pacientes que, tan pronto como ven que se está acabando el suero de la botella, corren asustados a avisar a los profesionales de Enfermería para evitar que “comience a entrar aire en su organismo y se muera” como consecuencia de una embolia gaseosa, es decir, de una obstrucción de los vasos sanguíneos debido a una gran cantidad de aire. ¿Están justificados estos miedos?
Burbujas de aire en el suero: ¿Un peligro para nuestra salud?
Los profesionales sanitarios son bastante claros al respecto: No hay motivo alguno para manifestar tal desconcierto y recelo hacia los sistemas de suero. De ahí que hayan reprobado con urgencia estas conductas. Advierten que su trabajo se está viendo gravemente entorpecido por la avalancha de pacientes faltos de información rigurosa que, para calmar su ansiedad, solicita que sus botellas de suero sean revisadas cada dos por tres. Por lo que han utilizado sus perfiles en redes sociales para lanzar mensajes tranquilizadores, para actualizar los conocimientos de otros compañeros y de la sociedad en general sobre las burbujas de aire presentes en el suero, y para responder a las cuestiones que generan mayor incertidumbre entre la población.
Pablo Sánchez Ballesteros, enfermero de la Unidad de Críticos del Hospital Provincial de Castellón, ha sido uno de ellos. Este experto insiste en que el riesgo de que una persona adulta sufra una embolia gaseosa a través de una vía venosa periférica “es muy escaso, por no decir prácticamente nulo”. Reconoce que el peligro de sufrir una complicación por la entrada de aire en el organismo a través del suero es escasamente superior cuando se trata de las vías venosas centrales, sobre todo en el caso de la vía subclavia y de la yugular, vías que se suelen utilizar en las Unidades de Cuidados Intensivos. Sin embargo, advierte que “este tipo de vías se cuidan con un gran mino por parte de los profesionales sanitarios” y que “la posibilidad de que experimentemos una embolia gaseosa sigue siendo mínima”.
El enfermero del Hospital Provincial de Castellón detalla que, para que se produzca una embolia gaseosa, harían falta alrededor de unos 50 ml de aire. “Si tenemos en cuenta que en un sistema de gotero caben alrededor de unos 10 ml de aire, harían falta cinco sistemas llenos de aire para que ocurriera una embolia gaseosa”. De hecho, la ciencia ha demostrado que, cuando una burbuja consigue pasar por cualquier motivo a la vena, el organismo es capaz de reabsorberla perfectamente.
¿Qué pasa cuando se acaba el suero de la botella?
¿Corremos el riesgo de que nuestra salud se vea comprometida por la entrada de aire en el organismo cuando se termina el suero de la botella que cuelga de nuestro gotero? Pablo Sánchez es bastante claro al respecto: “Que no cunda el pánico: la presión de la sangre del propio paciente va a impedir que entre aire en su organismo”. “Cuando se termina el suero que se está infundiendo, no se ejerce presión para introducir el contenido del sistema a la vena, por lo que, lo peor que puede pasar es que el sistema de suero se llene de sangre, se ocluya y el paciente tenga que volver a ser pinchado. Pero su vida no corre ningún peligro”, indica.
A este respecto, explica que las embolias gaseosas se manifiestan a través de disnea (dificultad respiratoria), taquipnea y cianosis (piel azulada debido a la falta de oxigenación). La obstrucción de los vasos arteriales por un émbolo gaseoso suele producirse tras intervenciones quirúrgicas de cuello, axila, mama, tiroides o hígado, o por accidentes de buceo debido a una inadecuada descompresión.
Tampoco comprometerá nuestra vida el hecho de que nuestra sangre comience a fluir por el tubito que sale de nuestra vía. De hecho, los profesionales aseguran que no ocurre absolutamente nada. El paciente no se va a desangrar, pues es una cantidad mínima e incluso es posible que vuelva a entrar a la vena.