Vas al médico y su diagnóstico es que estás padeciendo un episodio de anemia. Tal vez te notabas 'floja', y habías notado sus síntomas (cansancio, falta de apetito, palpitaciones y frecuentes dolores de cabeza). Pero, en ocasiones, es asintomática, y se presenta sin previo aviso o sin un síntoma claro, haciéndose visible tan sólo al recoger los resultados de tus análisis. Se trata de una enfermedad que se presenta con una frecuencia diez veces más en las mujeres que en los hombres. Vamos a intentar aclararte de qué se trata.
Análisis de sangre
Desde el punto de vista más técnico, nos encontramos ante una situación patológica de la sangre, en la cual existe una disminución en el número de los glóbulos rojos o hematíes y, como consecuencia, una disminución paralela de la hemoglobina. Así, la forma de detectar la anemia es realizándose un análisis de sangre. No obstante, en muchos casos, su presencia puede considerarse fisiológica, pues en la época de lactancia, el embarazo, la adolescencia o la vejez suele ser frecuente.
¿Por qué se produce?
La anemia suele ser casi siempre un síntoma secundario a un proceso patológico subyacente y, en general, es causa de otras enfermedades tales como trastornos metabólicos, infecciosos, tumorales, tóxicos o reumáticos. Los dos mecanismos por los que generalmente se produce son bien por una disminución en la producción de hematíes y de hemoglobina o bien por un aumento en la pérdida o destrucción de éstos.
Sus síntomas
El síntoma más evidente y constante es la palidez de la piel y las mucosas. Debemos tener en cuenta que en muchas ocasiones los síntomas de la anemia quedan enmascarados e incluidos en la enfermedad que la origina. Sin embargo, cuando la anemia es intensa, además de palidez, se presentan síntomas de cansancio, apatía, decaimiento, falta de apetito e, incluso, taquicardias. Los más comunes son: cansancio, fatiga, palpitaciones, dolor de cabeza, falta de apetito y trastornos intestinales.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico clínico es siempre de sospecha. No todas las personas pálidas tienen anemia y solamente el análisis de sangre nos puede dar un diagnóstico objetivo de anemia. El hemograma, que nos indica la cantidad de hematíes y de hemoglobina existentes en la sangre, es el análisis que diagnostica el tipo de anemia. Cifras inferiores al 40% de hematocrito o inferiores a 12 gramos de hemoglobina son indicativas de anemia. En la mayoría de los casos, el médico realizará otras comprobaciones analíticas, como hierro sérico, ferritina, etc., para descubrir el origen de la enfermedad.
¿Influye la alimentación?
Tradicionalmente, se ha asociado la anemia a una alimentación escasa o inadecuada. Esto sólo sucede en las anemias ferropénicas, en las que los depósitos de hierro del organismo están vacíos y el hierro de la dieta es escaso o está compuesta por alimentos que contienen poco hierro. La carne roja, los alimentos de origen animal, el hígado, las legumbres, las lentejas en especial, las espinacas y los frutos secos son alimentos que contienen hierro en aceptables cantidades.
Elegir el tratamiento
Éste depende de la relación con la causa que la provoca. La utilización de hierro, vitamina B12 y ácido fólico es común en el manejo de las diferentes anemias. Una alimentación rica en hierro es también conveniente para reducir el tiempo de tratamiento. No hay que olvidar que éste suele ser prolongado, de dos a tres meses. Las trasfusiones de sangre para tratar las anemias deben evitarse y su aplicación dependerá de la gravedad del cuadro y de la causa que la produjo. Y, además, hay que tener en cuenta que siempre debe realizarse bajo la supervisión de un especialista en hematología.