No es un problema menor, y es que se estima que más de 7 millones de españoles sufren de artrosis. Es la enfermedad reumática más frecuente que tiene el dolor como principal síntoma y motiva una de cada siete visitas al médico de familia. Esta patología, que se presenta con cierto grado de rigidez y limitación de movimientos, conlleva un aumento del dolor en su fase más avanzada, el cual aparece incluso en estado de reposo. “Todo esto supone una gran limitación para la vida cotidiana del paciente. Incluso, en los casos más graves puede llegar a causar incapacidad temporal y hasta permanente”, señala el doctor Alejandro Tejedor, coordinador del Grupo de Reumatología de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
Muy relacionada con la edad
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la artrosis, que se produce como consecuencia de la degeneración del cartílago e inflamación articular de baja intensidad, está directamente relacionada con el envejecimiento de las articulaciones y, por tanto, con la edad. Pero no sólo los mayores la padecen, pues también puede aparecer en jóvenes como consecuencia de traumatismos o problemas congénitos que afecten a la articulación, es común que un 24% de los españoles la padezca a partir de los 40-45 años en cualquier localización del cuerpo (rodilla, columna, manos y cadera).
Además, las expectativas de futuro no son demasiado halagüeñas: se prevé que en los próximos años se pueda duplicar el número de personas que padecen esta patología, y que en el año 2020 se convierta en la cuarta causa de discapacidad, debido al incremento de la esperanza de vida y al progresivo envejecimiento de la población.
Acertar con el diagnóstico
Si bien la artrosis es una enfermedad que hasta el momento no tiene cura, con un buen tratamiento se pueden obtener grandes beneficios, permitiéndoles a los pacientes llevar una vida prácticamente normal. Por este motivo, la comunicación entre el médico de atención primaria y el reumatólogo es fundamental para el diagnóstico definitivo y el establecimiento de las líneas de tratamiento adecuadas a cada paciente, ya que se estima que la mitad de las personas con síntomas de artrosis necesitará tratamiento farmacológico.
Hoy en día, el diagnóstico está basado en criterios clínicos apoyándose en técnicas de imagen como la radiología, la ecografía o la resonancia, “lo que supone un retraso en identificar la enfermedad ya que puede llevar años de desarrollo a nivel molecular y metabólico cuando la detectamos”, explica el doctor Tejedor. Para evitarlo, ya se está trabajando en identificar marcadores biológicos que permitan lograr un diagnóstico precoz, al mismo tiempo que establecer un mejor pronóstico y evaluación de las medidas terapéuticas aplicadas.
¿Cómo se trata?
Una vez establecido el diagnóstico, se dispone de medidas farmacológicas y no farmacológicas que permiten el control de la enfermedad e intentan retardar su evolución. “Entre las terapias farmacológicas”, explica el doctor Tejedor, “hay distintas categorías de tratamientos: aquellos que alivian los síntomas, como son los analgésicos, los antiinflamatorios no esteroideos en pastillas o en cremas, los opiodies mayores y menores, así como los condroprotectores, fármacos de origen natural que reducen el dolor e intentan ralentizar el proceso degenerativo de las articulaciones. Y ante dicho arsenal terapéutico, lo más adecuado es utilizar una combinación de distintos fármacos en busca del máximo beneficio con el mínimo riesgo”.
En última instancia, los pacientes con artrosis severa, en los que no se consigue aliviar el dolor con las terapias actualmente disponibles, se pueden ver obligados finalmente a someterse a una cirugía reparadora o de reemplazo (prótesis articulares) para evitar el dolor y restaurar la función articular. “En cualquier caso”, indica el doctor Tejedor, “el tratamiento es individualizado y debe valorarse cuál es la mejor opción para cada paciente”.
Concienciar y buscar soluciones
La artrosis es una enfermedad de gran impacto personal, familiar, laboral y social. La persona que la padece siente dolor, pero a menudo desconoce su origen y hasta qué punto puede afectar su calidad de vida. Según el doctor Tejedor, “junto a una formación adecuada, es preciso que contemos con más tiempo para atender al paciente con artrosis, al igual que hacemos con otros enfermos crónicos como diabéticos e hipertensos”.
En esta línea, este experto afirma que “la aplicación de una atención específica sobre la artrosis va desde informar al paciente sobre los cuidados que tiene que seguir hasta el tipo de ejercicios y rehabilitación con los que puede recuperar su articulación, pasando por consejos sobre la alimentación para no aumentar de peso. Este tipo de recomendaciones, de eficacia demostrada científicamente, son muy valoradas por los pacientes y se traducen de inmediato en que estos empiezan a experimentar mayor bienestar e incluso a tener menos dolor. Dicho en otras palabras, aprenden a convivir y hacer frente a la enfermedad de una forma activa”.