Bailaba la vida. “Era una mujer que amaba la música, la danza, la diversión y la risa”, comparte su amiga Rosa Monckton. Incluso cuando nadie estaba cerca, como el príncipe Guillermo recuerda con cariño: “Solíamos pillarla bailando con su música y salíamos de la estancia, bastante vergonzosos porque nuestra madre era la única que estaba bailando alrededor. Era una gran liberación para ella”.
Diana de Gales había soñado con ser bailarina desde que era pequeña y sus lecciones dieron frutos cuando salió a la pista de la Casa Blanca en 1985 para una histórica pirueta junto a John Travolta, su pareja de baile de excepción de aquella noche. Impresionante en su vestido de terciopelo azul, la princesa Diana hizo que todos cayeran rendidos a su hechizo y consiguió que el Rey del Disco diera unos pasos del irresistible Grease.
“Podías sentir el asombro de la gente en el momento de la audiencia”, dijo Travolta más tarde. “Era llena de vida y tenías que estar muerto para no sentir la alegría alrededor de ella... Había realmente algo encantador y de niña en la Princesa”, recuerda, “y sentí que había vuelto a su infancia, cuando probablemente había visto Grease, y para ese momento yo era su príncipe encantado”.