Se la echaba de menos en las citas de gala a la reina de la elegancia sueca. Así que Magdalena de Suecia se convirtió en la gran atracción del banquete de representación que los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia celebraron anoche en el Palacio Real de Estocolmo. La princesa Magdalena, que regresó hace un par de semanas a su país para conocer a su sobrina recién nacida, la princesa Estelle, y cumplir con obligaciones protocolarias, volvió a pasear su belleza y distinción por los pasillos y salones palaciegos de la mano de su cuñado, el príncipe Daniel, ya que la princesa Victoria sigue de baja por maternidad.
En el trono de la elegancia sueca
La princesa, de largo y tiara como rige la etiqueta, lució en su reaparición en palacio un elegante vestido de escote asimétrico de color burdeos y la diadema que su padre, el rey Carlos Gustavo, regaló a su madre, la reina Silvia, cuando se cumplió el décimo aniversario de boda. Una puesta en escena que, tras su larga ausencia en la Corte, volvió a acomodarla en el trono del estilo sueco. Reinó como solía hacerlo antes de instalarse y comenzar una nueva vida en Nueva York y, como entonces, desvió hacia sí las miradas de los 150 invitados, entre diversas autoridades y otros representantes de la Suecia oficial, que acudieron a la cena, celebrada en el salón Carlos XI.
Una velada especial, con la princesa Magdalena de vuelta, en la que anfitriones e invitados degustaron sopa de erizos de mar con ostras, cangrejo, espárragos verdes, tomates y hortalizas; filete de rodaballo con rábanos, salsa de vino blanco, trufas con nueces de macadamia tostadas y compota de cebada con patatas de Judea fritas; pechuga de pato con pimienta, puré de patata y cielo de naranja, y chocolates variados. Un banquete que volvió a ser una cena de gala como las de antes.