La Familia Real sueca, premiados e invitados ocuparon los asientos del Salón de Conciertos, en Estocolmo, para la entrega de los premios Nobel, a excepción del de la Paz que se celebró horas antes en Oslo. La velada comenzó con música: los acordes de la ópera Orfeo y Eurídice, de Von Gluck, amenizaron el inicio de una tarde importante de emociones y sobre todo homenajes. Los investigadores rusos Geim y Novoselov, Nobel de Física, recogieron el premio en primer lugar por su trabajo con el grafeno, un material revolucionario con el que han logrado desarrollar láminas de carbono de un solo átomo de espesor.
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El Rey entregó el Nobel de Química a Richard F. Heck, Ei-ichi Negishi y Akira Suzuki, por el desarrollo de las reacciones de acoplamiento cruzado catalizadas por paladio. El ganador del Nobel de Medicina, Robert Edwards, que desarrolló la fertilización in vitro en los años 50 junto a Patrick Steptoe (fallecido), no pudo asistir a la entrega por problemas de salud así que su esposa fue la encargada de recibir la distinción en su nombre. El Nobel de Economía este año premió el trabajo de Diamond, Mortensen y Pissarides al modelizar las fricciones para casar oferta y demanda.
Uno de los protagonistas de la velada fue el escritor Mario Vargas Llosa, Nobel de literatura, a quien el también literato sueco Per Wastberg dedicó un amplio discurso en el que le comparó con el pintor Gaugin por su enfrentamiento con las convenciones. “Este premio reconoce el trabajo de Vargas Llosa y la diversidad de América Latina. Usted ha encapsulado la historia de la sociedad del siglo XX en una burbuja de imaginación. Ésta se ha mantenido flotando en el aire durante cincuenta años y todavía reluce. La historia aplasta a los personajes de Vargas Llosa pero no a sus conciencias. La Academia sueca le felicita” dijo. Haciendo un guiño al premiado, terminó sus palabras con una frase en castellano: “Acérquese y reciba el premio de literatura de la mano de su majestad”. En esta ceremonia, el peruano estuvo arropado por su familia al completo: su esposa, Patricia, sus hijos Morgana, Álvaro y Gonzalo, acompañado por su novia Genoveva Casanova, y sus nietos Susana, Leandro y Aitana (hijos de Álvaro), Anais e Isabel (hijas de Morgana) y María Josefina y Ariadna (hijas de Gonzalo). Todos ellos le aplaudieron desde el patio de butacas del Concert Hall.
En un escenario como este no podía faltar la buena música que añadió una nota cálida al evento. La filarmónica de Estocolmo interpretó, además de la pieza ya mencionada, un fragmento de La Cenicienta de Rossini, de Schubert. Los reyes Carlos Gustavo y Silvia, los príncipes herederos Victoria y Daniel y el príncipe Carlos Felipe ejercieron de anfitriones, sin la presencia de la princesa Magdalena, la única ausente en la ceremonia. Esta es la primera ceremonia a la que asiste la princesa Victoria tras su boda, el pasado 19 de junio.
Vestidas de gala como requiere la ocasión, la Reina escogió el color verde esmeralda mientras que la Princesa siguió la moda con un tono marrón claro, casi nude, trajes adornados con las espectaculares tiaras y joyas de incalculable valor que forman parte de la Fundación Familiar de los Bernadotte y que son usadas -solamente alguna de las piezas es propiedad de la Familia Real- ocasionalmente por la reina Silvia y sus hijas. Estas acapararon todas las miradas como cada 10 de diciembre, día en que la solemne ceremonia recuerda el aniversario de la muerte del científico Alfred Nobel con los premios que a los que ha dado nombre, dotados con diez millones de coronas suecas (950.000 euros).