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Cazadora de cuero "perfecto", botines, blusa blanca masculina, labios rojos y... piernas, muchas piernas. ¿Hemos visto esto antes? ¡Claro! Si alguien se merece el título de "princesa del rock" esa es Estefanía de Mónaco, aunque cuando se lanzara al mundo de la canción de forma profesional apostara por el "pop". ¡Veamos los motivos!

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La película Annie Hall - que Woody Allen estrenó en 1977- creo un antes y un después en el mundo de la moda, acuñando un estilo propio y del que su protagonista, Diane Keaton, a sus setenta años, sigue siendo el gran icono. Estefanía de Mónaco pronto empezó a sentir debilidad por este estilo, en principio atrevido y quizá poco palaciego, muy diferente a lo que lucía su madre, la princesa Grace, o su hermana, la princesa Carolina. Sin embargo, a sus 16 años, mientras el mundo observa su primera relación -la que tuvo Paul Belmondo hijo de la estrella de cine francés Jean-Paul Belmondo, dos años mayor que ella- la Princesa ya se atrevía con todo. Algo que nunca ha dejado de hacer

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La vida amorosa de la "Princesa Rebelde" acaparó durante décadas la atención mediática, sin embargo, ella nunca se escondió, ni dejó que los convencionalismos de palacio dictaran su forma de querer. En agosto de 1984 su romance con Anthony Delon, hijo de Alain Delon, acaparó titulares, sobre todo porque acababa de romper con Paul Belmondo, hijo de Jean Paul Belmondo

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Aunque nunca ha sido tan amante del deporte como su madre -que durante décadas lució uno de los cuerpos femeninos más atlético y musculado del beach club de Montecarlo y que continúa haciendo gala de unas piernas perfectamente tonificadas- Paulina Ducruet se ha destapado en sus redes sociales como una joven muy orgullosa de su figura, no es para menos, y también libre, no en vano narra sus vivencias -también las referentes al mundo del corazón, compartiendo fotos de su novio Maxime Giaccardi- desde una cuenta de Instagram como cualquier joven de su edad. En común, en lo que a moda de baño se refiere, madre e hija tienen el que ambas apuestan por el "menos es más"

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Los años ochenta fueron para Estefanía de Mónaco mucho más que el momento de "soltarse la melena", ella directamente se la cortó. En una época en la que el mundo de la moda vivía de los excesos (cardados, hombreras, estampados geométricos y figuras muy estructuradas y voluminosas) y en la música irrumpia el disco y el "punk", la hija de Grace Kelly se mostraba al mundo con un look andrógino, effortless y rompedor. Antes que Tilda Swinton, Ellen Page o Kristen Stewart fue Estefanía de Mónaco la que se atrevió a dividir su armario entre lo másculino y lo femenino, la que abrazó una moda que surgió en los años 20 con el movimiento "flapper"

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Tres pendientes, infinidad de joyas, un flequillo decolorado, hombreras y unos labios rojos, combinados con un profundo escote, para aportar la justa dosis de feminidad a un estilo masculino. Esta era la atrevida Estefanía de mediados de los ochenta, la misma que en febrero de 1986 se lanzó a producir y lazar su primera gran canción, Ouragan, un tema que igual que su versión inglesa se convirtió en un éxito de ventas. Dos millones de copias en Francia respaldaron una carrera que terminó a principio de los años noventa

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Nadie dijo que fuera fácil, sin embargo, dejando el hándicap o las alas de apellido al margen, Paulina Ducruet se ha propuesto abrirse un hueco en la industria de la moda y hacerlo desde abajo. Si lo primero por lo que apostó fueron por unas prácticas en una revista del sector, después se lanzó de lleno a su sueño matriculándose en la prestigiosa escuela de diseño Parsons de Nueva York. Si su madre coqueteó con este mundo, creando en 1985 con su propia firma de bañadores o posando como modelo, para Paulina parece que no hay atajos que valgan y toma nota desde los front row a la vez que compite con su street style con it-girl de medio mundo

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¿Quién dijo que las princesas no pueden llevar tatuajes? Desde luego Estefanía de Mónaco no. Mucho antes de que Federico de Dinamarca dejará ver en unas vacaciones sus dos tatuajes o de que la princesa Sofia irrumpiera en la corte sueca, fue la hija de Raniero y Grace la que impuso la tinta en palacio. Hasta seis tatuajes se pueden encontrar en su cuerpo, en esta imagen se aprecia un anillo tatuado

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Si fue Estefanía de Mónaco la embajadora de los tatuajes en Palacio, sus tres hijos le tomaron el relevo ya que todos lucen varios dibujos en su piel. En lo que a tatuajes se refiere Paulina bien podría haber buscado inspiración en algunas celebrities, pues dos de los tres tatuajes que le conocemos parecen inspirados en ellas. Su "corazón" en el interior de la oreja recuerda mucho a la estrella de Rihanna -de la que se ha declarado fan en varias ocasiones-, al "love" de Miley Cyrus y al "diamante" de Cara Delevingne. Con esta última no es el único que comparte pues ambas tienen unas letras muy similares en la planta del pie. ¿Y en quién se inspiró para el tercero? Mira la siguiente foto para descubrirlo...

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Aunque un tatuaje puede tener mil y un significados, Pauline luce una flor en el antebrazo mientras que su madre las lleva rodeando la muñeca

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Pocas princesas, por no decir ninguna, se atreverían a asistir a una inauguración con un look que centre toda la atención en la ropa interior, pero Estefanía de Mónaco siempre ha sido rebelde, diferente y, en definitiva, libre. En 1997, ella y su ropa interior blanca con encajes, viajaron a Barcelona para cortar la cinta roja de una nueva tienda. En ese momento había superado el divorcio con Daniel Ducruet y su cara refleja la alegría de una vida volcada en la maternidad

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Si al blanco y negro le sumas unos labios rojos obtienes una combinación tan acertada como repetida. Esta es la fórmula por que la Estefanía de Mónaco apuesta cuando se trata de meterse en la piel de la princesa, cuando decide guiñar un ojo al chic francés. Un consejo, que como se puede ver, en el Palacio de Mónaco pasa de madres a hijas

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Paulina Ducruet, "vestida" con un rojo de labios y unas gafas que bien podrían haber salido del baúl de las reliquias de la abuela. La mítica Grace Kelly que, después de escribir un brillante capítulo de la historia del cine como musa Hitchcock, se instaló en Mónaco para vivir una historia de amor con el príncipe Raniero, convertirse en la princesa Grace y de paso dar una nueva acepción -con un toque hollywoodiense- a la palabra francesa chic. Un legado que sus hijas y nietas siguen moldeando a su antojo

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