Paulina Ducruet pisa fuerte, ¿será tan atrevida como Estefanía de Mónaco?
Paulina Ducruet pisa fuerte. No se anda con las sutilezas de su género. No es princesa hecha en palacio, sino en la carpa. Ella afronta el más difícil todavía con aplomo, bien sea un número circense, una carrera como diseñadora o una vida en el extrajero. Tal vez, sea Estefanía de Mónaco -la "princesa rebelde"- el espejo en el que Paulina se mira y se aprecie tan rompedora como su madre lo fue durante décadas. Quizá, nunca llegue a tanto, en cuanto a relaciones, profesiones o apuestas vitales se refiere. También los tiempos han cambiado y mientras que a Estefanía se le miraba como a la hija de un Jefe de Estado, Paulina es sobrina y tiene una madre, tíos y primos que ya han allanado el camino para ella. Sin embargo, en cuanto a atrevimiento se refiere, madre e hija son diferentes e iguales al mismo tiempo.
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Son chicas duras. Si lo son per se o si lo son porque la vida las ha hecho así, es discutible. Eso sí, se "deslizan por la cuerda floja" con idéntica soltura con un estilo roquero que con el chic francés, son de abrir las puertas de su armario principesco a tatuajes, pendientes, mechas, transparencias, mini faldas y otros complementos (y actitudes) que se encuentran desterrados en otras cortes reales.
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Si Estefanía hizo del look andrógino su sello de indentidad durante los años ochenta, Paulina -a su misma edad- juega la gran baza de la feminidad. Si Estefanía se mudó a Los Ángeles para probar suerte en el mundo de la música, Paulina se instala en Nueva York para formarse como diseñadora. Si Estefanía se desentendió de las comparaciones y de la alargada "sombra" de ser la hermana pequeña de la Princesa más guapa de Europa (y para muchos de todos los tiempos); Paulina ha hecho lo mismo con la potente figura de Carlota Casiraghi. Madre e hija, dos mujeres, dos épocas diferentes, dos modos de vivir y el atrevimiento como bandera, sin olvidar, que sobre ellas también ondea la de Mónaco.